Después del abandono de la
mina en el siglo XVI, su recuerdo se va borrando y aparecen las leyendas que narran la existencia de
palacios fabulosos, bellas princesas y fastuosos tesoros escondidos en las profundidades de la mina. En 1911, la Duquesa de Parcent acondicionó el descenso hacia el
río Guadalevín y habilitó un pequeño embarcadero, para pasear por el río y llegar a una pequeña
gruta donde colocó una imagen de la
Virgen.