Aquel trágico accidente y el miedo a un nuevo fracaso propiciaron el diseño del que todos conocemos. La
historia comienza en 1735, año de la inauguración del primer
puente, el fallido. Un único
arco volaba de un extremo a otro del Tajo salvando los 35 metros que separaban sus apoyos, que se asomaban al vacío en la parte superior de la
roca. ¿Pero qué significaba en la primera mitad del siglo XVIII realizar un puente de esa magnitud?