Implicaba marcar un hito en la
historia de los
puentes, superar a la práctica totalidad de los puentes del planeta, a excepción de media docena de casos salpicados por la geografía del antiguo Imperio
Romano. Y hasta Roma hay que retroceder para entender la proeza de lo que se había conseguido en
Ronda. En el siglo II, los pontífices
romanos (o constructores de puentes) alcanzaron su mayor nivel de perfeccionamiento y los construyeron con
arcos de aberturas hasta de 30 metros.