Seis años después de su inauguración, ese atrevido primer
puente en el Tajo de
Ronda (que merecía entrar en la
historia) se precipitó al vacío. Cayó matando a cincuenta personas en un triste pero recurrente hecho en la construcción de
puentes: se construía por prueba y error. En defensa de los atrevidos constructores hay que decir que, en aquella época, no había ninguna forma de calcularlos más allá de la intuición y el saber hacer. Y es que este primer puente de Ronda se adelantó unos pocos años a la fecha que se considera como inicio de la ingeniería moderna: 1750.