Y ahora imaginen llegar a
Ronda a mediados de siglo; a una ciudad donde habían muerto cincuenta personas; donde una cantidad significativa de gente habría perdido a alguien; donde todavía se podrían contemplar las
ruinas del
puente caído en el
río Guadalevín, al fondo del Tajo. La desconfianza ante la construcción de otro puente se podría respirar en el aire mezclada con el deseo todavía presente de ampliar la ciudad.