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VALLE DE ABDALAJIS: Muy buena reflexión Alex me has transladado a mi época...

Probetico en la escuela

PROBETICO

Hola. Permítanme presentarme. Me llaman Probetico. Será porque siempre he sido muy curioso desde pequeñito. Todo tenía que preguntarlo. Desde por qué arde una vela y por qué la llama de la vela es amarilla, mientras la de la estufa de gas es azul. ¿Por qué la vela necesita pabilo para arder y la estufa no? Todo esto se lo preguntaba a mis papás y a otros adultos que por ser más grandes que yo, ya deberían saberlo todo. Pero no. Simplemente me hacían mala cara y cambiaban de tema. A propósito, aún sigo sin saber por qué ocurren esas cosas y me gustaría que alguno me lo dijera o me ayudara a averiguarlo, ya que los adultos cuando no saben algo, que es la mayoría de las veces, ponen cara de dignidad ofendida y en realidad se disgustan.

Algunos creen que mi nombre, “Probeticu” se debe a que soy una bebé probeta, pero no, tengo una familia normal. Mi padre es un señor ancho y bajito con un pico en forma de jarra. Es el Señor Beaker y le encanta llenarse de líquidos que a veces sedimentan. Su verdadero nombre es “Vaso de precipitados” pero a el le encanta su nombre abreviado. Mi mamá aunque también es de vidrio, se parece mucho más a mi. Es cilíndrica pero más delgada, con graduaciones a lo largo de todo su cuerpo y terminada en una elegante llave de teflón de la que se siente muy orgullosa. La llaman Doña Bureta. También tengo unas tías muy flacas y estiradas que se entrometen en todo. Se llaman pipeta graduada y pipeta volumétrica y aunque no tienen llave de teflón como mi mamá, sino una mera punta alargada, son muy presumidas, dizque por su precisión. Mis abuelos ya están pensionados y dormitan en el mostrador de una vieja farmacia. Se llaman Don Gramudio y Doña Retorta. Me olvidaba de mis hermanitos. Tengo uno mayor, todo gordo como una bola con cuello ancho, aficionado al fútbol. Se llama Balón, y otros dos menores y pequeñitos, los llaman tubitos de ensayo, y siempre están cogiendo muestras de todo lo que encuentran y metiéndoselo a la boca para probarlos. También está mi vecina, la señorita Erlenmeyer. Se distingue por su cintura estrecha y una falda ancha hasta los pies. Es muy elegante y a veces se cubre con un tapón de neopreno con perforaciones en las que coloca tubos alargados y mangueritas de caucho que le dan aires de sabiduría, sobre todo cuando en su interior burbujean extraños líquidos coloreados y se desprenden vapores que luego se condensan.
Yo, probetico, fuera de ser muy curiosa y que me encanta medir líquidos, soy una niño normal. Dicen que soy bastante alto para mi edad. Estoy hecho de plástico semi transparente, lo que me permite cuando juegan conmigo caer y rebotar. No como algunas de mis amigos que son de vidrio. Al principio se ven muy transparentes y presumidos, pero se fracturan con cualquier caída, ya que son muy frágiles y deben ser llevadas al soplador a que las cure y las empareje con una llama silbante de gas color azul.
Como soy de plástico, odio las llamas e incluso el calor de los mecheros me pone a temblar y siento que me derrito por dentro. Soy cilíndrico y tengo unos grandes pies hexagonales para sostenerme y un pico como el de mi papá. De mi mamá heredé la graduación a lo largo de todo mi cuerpo, que ya llega a los cincuenta mili litros, Uso el uniforme del colegio
Vivo con toda mi familia en un entrepaño de uno de los laboratorios Modulares Integrales portátiles de química, hechos por ofec, organización para el fomento de la educación científica creativa según pude leer en una etiqueta, y que el colegio compró hace varios años, pero nos aburrimos mucho.
Hay un profesor gruñón de química que nunca nos saca. Solo una vez al año cuando trae los alumnos nuevos al laboratorio para que nos dibujen y escriban nuestros nombres en el cuaderno y luego nos vuelve a guardar bajo llave.
Dice que para qué hacer experimentos con nosotros, si todo lo que enseña es verdad y no hay razón para que los niños tengan que comprobarlo. Basta con aprenderse de memoria las fórmulas y nombres que escribe en el tablero y que obliga a los pobres niños a que las repitan y las repitan hasta aprendérselas de memoria, luego las tienen que escribir para el día del examen y se frota las manos complacido de que las recuerden. Luego pasa a otro tema y ya no les importa si las han olvidado porque en la siguiente unidad ya no las necesitan y el tampoco las recuerda, porque todo lo tiene apuntado en un viejo cuaderno de cuando era estudiante y las copió de su profesor, y tiene ese cuaderno muy escondido para que nadie sepa que allí tiene todas las respuestas, como me pude dar cuenta observándolo por una rendija. Así hace pasar a los niños once años de sus vidas memorizando cosas que ellos ya saben que podrían muy fácilmente encontrar con un clic en algo que llaman Internet, pero en cambio nunca aprenden a pensar y por eso de adultos nunca pueden contestar una pregunta a menos que aún recuerden la respuesta de memoria y nunca saben usar los datos para conseguir nueva información. Posiblemente ustedes lo conozcan. Se llama el Profesor Tablerín Repetín Formulín. Es calvo y narizón y muy bravo con los niños que se aburren y se ponen a jugar o simplemente dejan volar su imaginación. Cree que repetir frases hechas es saber. Bueno, todas esas cosas que digo son las que uno piensa encerrado durante meses en un entrepaño de un módulo de laboratorio. Pero hace unos días todo cambió. De repente se abrió la puerta y la luz del sol con cegó a todos. Alguien nos sacó cuidadosamente y nos puso junto al lavadero y luego nos frotaron con una escobilla llena de jabón Axión y nos dejaron relucientes, listas para ser cogidas por las manos ansiosas de muchos niños y llenadas de líquidos extraños. Supimos que había llegado un nuevo maestro muy joven y que era un clon de alguien que se llama “Profesor Cientifix Cretivix”, una nueva especie creada en los laboratorios de la organización ofec, y dedicada a descubrir Futuros Científicos. Desde entonces no hemos tenido casi descanso yo y mi familia porque nos preparamos para muchos experimentos fascinantes y ya no tengo que preguntar tanto sino que aprenderé a encontrar las respuestas experimentando por mi cuenta. En esta página les contaré mis aventuras. Ahora me voy porque me necesitan para medir veinticinco mililitros de un líquido de color azul oscuro y sabor desagradable que llaman sulfato de Cobre. Chao

Muy buena reflexión Alex me has transladado a mi época de estudiante, a los dias de laboratorio entre tubos de ensayo, me ha gustado mucho la narración, cómo un profesor bueno puede transmitir el deseo de aprender e investigar y como el malo llega a hacernos perder toda la ilusión en la materia, te felicito.