El origen del nombre de Vélez está directamente emparentado con el de Ballix (
Valle), que recibía la ciudad en los tiempos de la dominación musulmana. Pero en su territorio existieron a lo largo de la
historia varios centros urbanos, que se desarrollaron de forma especial en el contexto de la desembocadura del
río Vélez.
Los fenicios se asientan en nuestra costa a lo largo del s. VIII a. C., como se documenta en los centros urbanos de Toscanos y Chorreras. La presencia de este
pueblo navegante obedece a diferentes causas, si bien el interés comercial es fundamental. Desde estos centros urbanos-marítimos, ubicados en antiguos estuarios, se desarrollará un importante y rápido
comercio con el interior, en todas direcciones, aprovechando los
puertos naturales de
montaña.
La ocupación
romana en este territorio está documentada en diferentes yacimientos, destacando la ciudad marítima de Maenoba (Cerro del
Mar), desde la cual se desarrollará una sistemática explotación del medio que propiciará la creación de una próspera actividad comercial, agrícola y pesquera, destacando la industria de salazón, el denominado "garum", que habían introducido los fenicios.
Los primeros vestigios históricos del casco urbano de
Vélez Málaga se relacionan con restos arqueológicos de la Edad del Hierro, pero sin solución de continuidad. Todo parece indicar que la ciudad se fundaría sobre el siglo X, teniendo como núcleo originario su fortaleza-alcazaba y su contexto inmediato del
Barrio de La Villa, antigua Medina musulmana. Las características topográficas del enclave y la posterior evolución urbana, con una orografía muy accidentada, manifiestan cómo la finalidad
militar fue fundamental, subordinando cualquier otro aspecto del asentamiento.
Durante los siglos XIII al XV fue una de las medinas más importantes del reino nazarí. El aspecto que presentaba sería el de una ciudad no muy grande, bien fortificada y defendida por un importante recinto amurrallado. Durante este período se registró un notable crecimiento poblacional que provocó que ésta desbordara su recinto
amurallado, configurándose distintos arrabales que coinciden en la actualidad con el barrio del Arroyo de
San Sebastián y las actuales
plazas de la Constitución y de San Francisco.
Ya en el siglo XIII, junto a la ciudad existían núcleos rurales (alquerías) que se convirtieron en los núcleos humanos fundamentales para la explotación agrícola del medio, como son Almayate,
Benamocarra, Benajarafe, Pedupel, Benadalid,
Cajiz, Iberos,
Iznate, Torrentes, Alcalaín, etc., que se concentran especialmente en la zona occidental. La mayoría de estos asentamientos serán la base de los actuales núcleos urbanos que existen en el término municipal de Vélez Málaga.
Entre los siglos XII y XVI nos dejan su testimonio de la ciudad y de su creciente importancia, autores como Idrisi, Abulfeda, Ibn Battuta y Abd-al-Basit? Es como la higuera de Vélez, todo el que llega cuelga su zurrón?, cita del refranero granadino de Ibn Asim (1358-1426), que refleja el pensamiento que se tenía sobre Vélez en tiempo nazarí: los mejores
frutos de la mejor tierra y la más cálida acogida al viajero.
La ciudad capituló ante el rey D. Fernando el 27 de abril de 1487, entrando el día 3 de mayo por la
puerta de
Granada y pasando a consagrar las mezquitas existentes. Los habitantes musulmanes fueron expulsados, en virtud de una capitulación generosa que les permitió marchar con bienes muebles, y fueron sustituidos por cristianos viejos procedentes de la Baja
Andalucía,
Extremadura,
Murcia y Castilla.
La mayor parte de la población musulmana se quedó como mudéjares en las alquerías de la jurisdicción de Vélez, debido al interés que tuvo la corona en mantener el sistema productivo de la época nazarí, una
agricultura especializada y destinada para la exportación, que era de un gran interés para las arcas del estado. Pero esta población musulmana sufrirá las consecuencias de la rapiña y el hambre de tierras de algunos personajes veleños, que tendrá sus primeras consecuencias en los pleitos que surgirán por este motivo a finales del siglo XV.
Tras la expulsión de los musulmanes, la repoblación de la ciudad tuvo un marcado carácter militar, pues la zona aún seguía siendo frontera con el reino nazarí y aún no había caído Granada, por lo que en buena parte fue ocupada por escuderos de los guardas reales participantes en su conquista. Este personal militar disfrutó en los repartos de tierra de una hacienda tres veces mayor de la de los peones, pero sólo suponían una tercera parte de los 600 vecinos con los que se tenían previsto repoblar la ciudad recién conquistada. Las diligencias de repartimiento se realizaron a partir de septiembre de 1488 reservando las partes correspondientes a la
Iglesia y a los bienes comunados del Concejo. Posteriormente, en 1495, se encargó al Bachiller Serrano la formación de una reforma que acabará con los problemas abiertos en su ejecución basados esencialmente en la escasez de tierras cultivables para el cereal y de pastos para el
ganado, cuestiones parcialmente solventadas con la incorporación del territorio de Zalia.
En los privilegios obtenidos por la ciudad tras la conquista se destaca especialmente el de su jurisdicción, que situaba su gobierno en un término más amplio al disfrutado en época musulmana, pues se añadieron a su alfoz las tahas de Bentomiz y Frigiliana primero y Zalia en 1488. En el ámbito fiscal estaba exenta de alcabalas por privilegio de los Reyes Católicos, aunque esta exención era utilizada por el Cabildo con un sentido bastante más amplio del que efectivamente revela la carta de merced en la que sólo se liberaban los productos básicos de consumo: alimentación, vestido y vivienda, aunque con excepciones como la seda, el jabón y el lino.