Entrañable y para mí desconocido aunque sin duda conocido Alfaguara:
Quiero en primer lugar pedirte perdón por no haber contestado en tiempo y forma tu elogioso escrito sobre mi padre y el reconocimiento que de el haces y también agradecértelo en mi nombre y en el de mi familia. Problemas familiares me han impedido hacerlo.
Naturalmente me siento muy orgulloso de mis padres, eso es normal. ¿Qué hijo no se siente orgulloso de sus progenitores?
Pero no ha sido el orgullo lo que me ha impulsado a describir públicamente algunas de las labores que Periquito hijo, hizo en el cine de cine de Yunquera; es mas bien un deseo legitimo y un deber filial de reivindicar un justo reconocimiento a sus trabajos de aquellos tiempos.
Me hablas de mi abuelo paterno, Pedro Camacho Muñoz conocido en el pueblo como Periquito el de Juan Ardales, y de sus aventuras de caza. No eres tú el único que le recuerda por ese aspecto de su vida. D. Niceto Rodríguez Pérez tiene escrito un libro – aunque no publicado - sobre anécdotas cinegéticas de su juventud; en el menciona con nombres y apellidos a varias personas de su época entre ellas a mi abuelo.
También cuando en ocasiones alguien del pueblo que lo conocía me lo ha recordado, siempre lo ha hecho hablando de sus cacerías.
Pues bien, a este respecto quiero contar lo que ocurrió una tarde en casa de mi gran amigo D. Joaquín Martín Ruiz, extraordinario médico y mejor persona, que los yunqueranos tuvimos ocasión de disfrutar en los sesenta y setenta.
Estábamos reunidos en agradable tertulia alrededor de un excelente mosto que acompañaba a un estupendo jamón y alguna que otra chacina con la que nuestro anfitrión tiene por costumbre obsequiarnos, sus hijos Joaquín y Carlos y otra persona que no hace al caso mencionar, cuando entró en la conversación el tema cinegético y como no podía ser de otra forma entre paisanos salió a colación Periquito y su conocida y apasionada afición cazadora.
Naturalmente, como siempre que esto ocurre en mi presencia, argumenté que mi abuelo aparte de cazador había sido un magnifico artesano que dominó muchas disciplinas de su oficio; que durante años mantuvo en funcionamiento la maquinaria textil de Rio Grande, reparando y construyendo norias, batanes, cardas, hiladoras, telares, etc.
Que lo mismo sabia hacer un arado y un yugo que un aparador con su mesa y sillería; tallar un rústico entremijo o un dornillo que un penacho barroco; fabricar un bocoy o una prensa para seretes que montar la estructura de un tejado, amen de fabricar y mantener la maquinaria de los molinos de harina y aceite.
Al oír mi vehemente argumentación D. Joaquín se ausento unos momentos y apareció con una escopeta que me ofreció para que la observara. Era una antigua paralela de martillos con guarniciones cromadas y grabadas con damasquinados dibujos, culata de líneas bien definidas y la empuñadura finamente estriada; los encajes de las partes metálicas con la madera perfectamente ajustados y sin resaltes, percibiéndose tan solo una fina línea delimitando la unión de los materiales; el tacto suave como el visón y un brillo transparente de cristal que translucía la bella beta del nogal.
- Era de mi padre - dijo el Dr. Martín - pero tenía el muelle de un percutor roto y la culata totalmente apolillada. Periquito me la reparó dejándola tal como la veis.
Los dos hermanos comenzaron una amistosa discusión sobre quien la heredaría y a mi se vino a la memoria a mi abuelo, ya bastante anciano, con su boina calada hasta las orejas, sus gafas de cerca que le agrandaban sus vivos ojos azules, tallando las estrías de aquella empuñadura, con sus manos ensanchadas y curtidas por el duro trabajo de muchos años y su mandil, que mostraba las innumerables huellas de tantas batallas libradas en aquel taller ya abandonado por toda su descendencia.
Entiendo que es por estas cosas por las que mi abuelo debería ser recordado por las personas que lo conocieron mas que por su afición cazadora, aunque el en los últimos años de su vida mostraba orgulloso el carné de socio de honor que la entonces recién creada Sociedad de Cazadores de Yunquera le concedió.
Saludos cordiales.
Quiero en primer lugar pedirte perdón por no haber contestado en tiempo y forma tu elogioso escrito sobre mi padre y el reconocimiento que de el haces y también agradecértelo en mi nombre y en el de mi familia. Problemas familiares me han impedido hacerlo.
Naturalmente me siento muy orgulloso de mis padres, eso es normal. ¿Qué hijo no se siente orgulloso de sus progenitores?
Pero no ha sido el orgullo lo que me ha impulsado a describir públicamente algunas de las labores que Periquito hijo, hizo en el cine de cine de Yunquera; es mas bien un deseo legitimo y un deber filial de reivindicar un justo reconocimiento a sus trabajos de aquellos tiempos.
Me hablas de mi abuelo paterno, Pedro Camacho Muñoz conocido en el pueblo como Periquito el de Juan Ardales, y de sus aventuras de caza. No eres tú el único que le recuerda por ese aspecto de su vida. D. Niceto Rodríguez Pérez tiene escrito un libro – aunque no publicado - sobre anécdotas cinegéticas de su juventud; en el menciona con nombres y apellidos a varias personas de su época entre ellas a mi abuelo.
También cuando en ocasiones alguien del pueblo que lo conocía me lo ha recordado, siempre lo ha hecho hablando de sus cacerías.
Pues bien, a este respecto quiero contar lo que ocurrió una tarde en casa de mi gran amigo D. Joaquín Martín Ruiz, extraordinario médico y mejor persona, que los yunqueranos tuvimos ocasión de disfrutar en los sesenta y setenta.
Estábamos reunidos en agradable tertulia alrededor de un excelente mosto que acompañaba a un estupendo jamón y alguna que otra chacina con la que nuestro anfitrión tiene por costumbre obsequiarnos, sus hijos Joaquín y Carlos y otra persona que no hace al caso mencionar, cuando entró en la conversación el tema cinegético y como no podía ser de otra forma entre paisanos salió a colación Periquito y su conocida y apasionada afición cazadora.
Naturalmente, como siempre que esto ocurre en mi presencia, argumenté que mi abuelo aparte de cazador había sido un magnifico artesano que dominó muchas disciplinas de su oficio; que durante años mantuvo en funcionamiento la maquinaria textil de Rio Grande, reparando y construyendo norias, batanes, cardas, hiladoras, telares, etc.
Que lo mismo sabia hacer un arado y un yugo que un aparador con su mesa y sillería; tallar un rústico entremijo o un dornillo que un penacho barroco; fabricar un bocoy o una prensa para seretes que montar la estructura de un tejado, amen de fabricar y mantener la maquinaria de los molinos de harina y aceite.
Al oír mi vehemente argumentación D. Joaquín se ausento unos momentos y apareció con una escopeta que me ofreció para que la observara. Era una antigua paralela de martillos con guarniciones cromadas y grabadas con damasquinados dibujos, culata de líneas bien definidas y la empuñadura finamente estriada; los encajes de las partes metálicas con la madera perfectamente ajustados y sin resaltes, percibiéndose tan solo una fina línea delimitando la unión de los materiales; el tacto suave como el visón y un brillo transparente de cristal que translucía la bella beta del nogal.
- Era de mi padre - dijo el Dr. Martín - pero tenía el muelle de un percutor roto y la culata totalmente apolillada. Periquito me la reparó dejándola tal como la veis.
Los dos hermanos comenzaron una amistosa discusión sobre quien la heredaría y a mi se vino a la memoria a mi abuelo, ya bastante anciano, con su boina calada hasta las orejas, sus gafas de cerca que le agrandaban sus vivos ojos azules, tallando las estrías de aquella empuñadura, con sus manos ensanchadas y curtidas por el duro trabajo de muchos años y su mandil, que mostraba las innumerables huellas de tantas batallas libradas en aquel taller ya abandonado por toda su descendencia.
Entiendo que es por estas cosas por las que mi abuelo debería ser recordado por las personas que lo conocieron mas que por su afición cazadora, aunque el en los últimos años de su vida mostraba orgulloso el carné de socio de honor que la entonces recién creada Sociedad de Cazadores de Yunquera le concedió.
Saludos cordiales.