El escudo de Arahal, concedido en 1554 por Carlos I, lo forma un león desquijarado, tendido en tierra, en campo verde y sobre el que ondula una inscripción latina que dice: "Absorta est mors in victoria" ("La muerte ha sido absorbida en la victoria"), de la Carta de San Pablo, haciendo alusión al Patronazgo de Santa María Magdalena, la primera a quien se le presentó Cristo Resucitado. Remata el conjunto un yelmo señorial de visera echada y un ático de cinco plumas blancas. Este escudo, debido a malinterpretaciones, no se usó hasta el siglo XIX. Continuaron con el uso del escudo anterior, que en un acuerdo capitular de 5 de febrero de 1597 se describe: " [...] un escudo y en él dos leones y en medio un tarajal de arboleda y encima seis estrellas con la orla de unas vueltas galanas y una celada encima [...]". Debieron confundir los osos con los leones, pues en el viejo escudo aparecen osos.
En unas de las descripciones del investigador local Manuel Jesús García Amador, sostiene que el león prosternado (con las extremidades posteriores recogidas y las anteriores extendidas) fue tenida humillante, haciendo caso omiso de las nuevas armas y retornando al uso de las antiguas, consistentes, según un acuerdo capitular de 1597, en «dos leones y en medio un tarajal de arboleda y encima seis estrellas con la orla de unas vueltas galanas y una celada encima del tamaño de un real de quatro». Los leones, antes de la independencia, habían sido osos. El anónimo informador de Tomás López expresó en 1785 que se organizaba con «un árbol verde en campo celeste y en él repartidas seis estrellas de plata, y, arrimados al árbol, dos osos en ademán de querer subir a la copa», añadiendo: «quizá sean estas armas de los Pizarro por lo mucho que se asimila». Jiménez Pérez, autor de las notas históricas, expone que su parecido con las de esta familia y las de la casa de Ureña, presumiblemente por entronque nupcial, debe ser tomado con reservas. Abogamos por la legitimidad de este blasonamiento, patente sin interrupción durante el XV, como sello de placa (el ejemplar se inserta en un documento de 1485), al XIX, sin que deba adjudicarse necesariamente a un apellido. El yelmo de hidalgo es error tras la conversión del siglo a escudo, propagado en las armas dadas por Felipe II, así como filacteria y lambrequines. Al tiempo de la rehabilitación no se tuvieron en cuenta las normas de los colores, se añadieron lambrequines, propios de la armería gentilicia; se pintó al león linguado, no con la mandíbula desencajada; el lema se introdujo en el campo, se timbró con yelmo y adoptó la boca francesa
En unas de las descripciones del investigador local Manuel Jesús García Amador, sostiene que el león prosternado (con las extremidades posteriores recogidas y las anteriores extendidas) fue tenida humillante, haciendo caso omiso de las nuevas armas y retornando al uso de las antiguas, consistentes, según un acuerdo capitular de 1597, en «dos leones y en medio un tarajal de arboleda y encima seis estrellas con la orla de unas vueltas galanas y una celada encima del tamaño de un real de quatro». Los leones, antes de la independencia, habían sido osos. El anónimo informador de Tomás López expresó en 1785 que se organizaba con «un árbol verde en campo celeste y en él repartidas seis estrellas de plata, y, arrimados al árbol, dos osos en ademán de querer subir a la copa», añadiendo: «quizá sean estas armas de los Pizarro por lo mucho que se asimila». Jiménez Pérez, autor de las notas históricas, expone que su parecido con las de esta familia y las de la casa de Ureña, presumiblemente por entronque nupcial, debe ser tomado con reservas. Abogamos por la legitimidad de este blasonamiento, patente sin interrupción durante el XV, como sello de placa (el ejemplar se inserta en un documento de 1485), al XIX, sin que deba adjudicarse necesariamente a un apellido. El yelmo de hidalgo es error tras la conversión del siglo a escudo, propagado en las armas dadas por Felipe II, así como filacteria y lambrequines. Al tiempo de la rehabilitación no se tuvieron en cuenta las normas de los colores, se añadieron lambrequines, propios de la armería gentilicia; se pintó al león linguado, no con la mandíbula desencajada; el lema se introdujo en el campo, se timbró con yelmo y adoptó la boca francesa