Son también del periodo de Pedro I la mayor parte de las
ermitas que salpican los alrededores de la ciudad: Nuestra Señora de la Antigua (donde hoy se levanta
San Pedro),
Santa Ana, San Sebastián, San Mateo y Santa Lucía. Muerto el rey,
Carmona se convierte en el último baluarte del partido petrista, alojando y protegiendo a sus hijos y fieles y soportando el asedio de Enrique de Trastámara hasta la capitulación de 1371.