Los primeros pobladores de lo que hoy constituye la ciudad debieron asentarse en este lugar en el siglo VIII a. C., época en la que se produce la reactivación de diversos núcleos de población en toda la
Andalucía Occidental, posiblemente incentivados por la presencia de los colonizadores orientales, fundamentalmente de la franja sirio-palestina, que constituyen la base de los que conocemos como colonización fenicia.
La ciudad fue ocupada por los
romanos durante las campañas de Scipión y Silano en la Turdetania, en el año 208 a. C. Más tarde, en el año 14 a. C., el emperador Augusto funda la Colonia Augusta Firma Astigi en el lugar de la vieja Astigi. A partir de su elevación al rango de Colonia y de la posterior fijación en ella de la capitalidad de un Conventus se engrandece la ciudad. Los testimonios arqueológicos y epigráficos dan idea de la vitalidad de
Ecija en los tiempos del Imperio y de lo
monumental de sus
edificios.
Durante la decadencia del Imperio, Écija sigue manteniendo su papel de gran ciudad hasta el período de las invasiones germánicas del siglo V, la última de las cuales fue la visigoda.
Bajo los reyes godos católicos la Bética vivió en paz, caracterizándose esta etapa por la perduración de los esquemas romanos en el orden social, económico y cultural; por tanto, Écija debió mantener su prestigio de tiempos imperiales, como lo demuestra la sede episcopal que permaneció en tiempos visigodos.
Tras la ocupación musulmana, las
fuentes escritas árabes describen a Écija como una ciudad de importancia, ya incluso en el período preislámico.
Incorporada a la Corona de Castilla por Fernando III en 1.240, ha sido beneficiaria a lo largo de su hitoria de numerosos privilegios y mercedes, viviendo su etapa de mayor esplendor en el siglo XVIII.
Las medidas desamortizadoras y la pérdida de los privilegios y derechos jurisdiccionales de la nobleza en el siglo XIX afectaron negativamente a la economía ecijana. La ausencia de una burgesía pujante que fomentara una industrialización, provocó un estancamiento económico. No obstante, en el último cuarto del siglo se logra la instalación del ferrocarril y se inicia importantes obras de reforma y mejoras urbanísticas.
Durante el siglo XX se produjo una gran crisis al término de la Guerra Civil. La fuerte emigración de los años 50 y 60 redujo notablemente la población y frenó el crecimiento.
Los primeros pobladores de lo que hoy constituye la ciudad de Écija debieron asentarse en este lugar en el siglo XIII a. C., época en la que se produce la reactivación de diversos núcleos de población en toda la Andalucía Occidental. La ciudad fue ocupada por los romanos durante las campañas de Scipión y Silano en la Turdetania, en el año 208 a. C. En el año 14 a. C., el emperador Augusto funda la Colonia Augusta Firma Astigi en el lugar de la vieja Astigi. A partir de aquí y de su elevación al rango de Colonia se engrandece la ciudad. Écija, durante la decadencia del Imperio, mantiene su papel de gran ciudad hasta el siglo V. Bajo los reyes godos católicos la Bética vivió en paz, por tanto debió mantener su prestigio de tiempos imperiales. Tras la ocupación musulmana, las fuentes escritas de árabes describen a Écija como una ciudad de importancia, ya incluso en el preislámico. El municipio cuenta con un importante Patrimonio Arquitectónico Eclesiástico y Civil, que la convierten en una de las principales ciudades barrocas de Andalucía. Esto se une ahora a una iniciativa en la línea de las grandes Rutas Temáticas como es la denominada PASEANDO POR LA BÉTICA
ROMANA, que trata de desarrollar una serie de iniciativas tendentes a promocionar conjuntamente una ruta Turístico-Cultural en el eje de las ciudades monumentales que conservan en buen estado gran parte del legado
Romano como son Gades, Itálica, Carmo, Astigi, Córduba... De esta forma, junto al turismo se desarrollan otras actividades que también mueven la economía de la localidad como es la equitación o la práctica de la cetrería, también denominado el
Deporte de los Reyes, en el que Halcones y Azores de Harris hacen las delicias de quién los ve evolucionar tras su presa. Ambas actividades son complementarias y contribuyen también a impulsar el crecimiento de ese turismo.
Primer Milagro de
santo popular (no beatificado) en la
Venezuela Colonial.
El episodio de Martín Tinajero (natural de Écija en la Andalucía) se encuentra, más bien, en el capítulo 18 de dicha Noticia. Tanto Fernández de Piedrahita como Oviedo y Baños siguen la versión de fray Pedro Simón, quien a su vez la toma de fray Pedro de Aguado. (hemos consultado la edición en dos tomos de Lucas Fernández de Piedrahita, publicada en Bogotá por ediciones de la Revista Ximénez de Quesada en 1973, titulada Noticias historiales de las conquistas del Nuevo Reino de
Granada. La cita anterior está en el tomo I, p. 160).
Salió Diego Martínez, natural de
Valladolid, para la serranía, experimentando desde luego el trabajo ordinario de no tener bastimentos; y como para remediarlo fuese necesario despachar por todas partes a buscar algún socorro; sucedió, que habiendo salido a este efecto Hernando Montero con una cuadrilla de soldados, se le murió en el
camino, de enfermedad que padecía, y no daba a entender su sufrimiento, Martín Tinajero, natural de Écija en la Andalucía, hombre, que viviendo siempre sin agraviar a nadie, se había mantenido con natural modestia entre los desórdenes que trae consigo la milicia: enterrándolo los compañeros en un hoyo de los que con el
invierno había hecho el
agua en una de las
ramblas por donde corría, y con las semillas que pudieron recoger, dieron la vuelta al
campo, que por ir esperando a Fedreman caminaba poco a poco, deteniéndose en aquel contorno, a cuya causa, pasados algunos días, se vio obligado Martínez a despachar otra escuadra de soldados para buscar bastimentos, y entre ellos iban algunos de los que habían enterrado a Tinajero, que llegando cerca de la cañada en que le dieron sepultura, movidos de la curiosidad, quisieron ver si los indios lo habían desenterrado; pero antes de acercarse, a gran distancia se hallaron acometidos de una fragancia tan suave y un olor tan singular, que suspensos ignoraban la causa a que atribuir tan maravilloso efecto, hasta que aplicando la vista hacia la
rambla, reconocieron estar medio descubierto el cuerpo de Tinajero, de cuyo yerto cadáver se exhalaba aquel olor peregrino, de quien enamorados diferentes enjambres de silvestres abejas, se habían apoderado, para dar clausura de aromas entre aquellas fragancias a su miel; y no osando los compañeros tocar el cuerpo,
admirados, se volvieron para el real, donde referido el prodigio, hicieron todos memoria de la modestia y
costumbres, que siempre habían
observado en el silencioso recato de aquel hombre; pero como los conquistadores de aquel tiempo llevaban puesta la mira, más en descubrir riquezas, que en averiguar milagros, hicieron tan poco caso, que aun siquiera no procuraron darle a aquel cuerpo más decente sepultura, ni aún señalar la parte, por memoria, donde dejaban aquel tesoro escondido.
Pelea Martínez con los indios Jiraharas: entra en la provincia de Carora, y pasa a la del Tocuyo, donde se le juntan algunos soldados del Gobernador Hortal. SOCORRIDO Martínez de algunos bastimentos, que pudo descubrir la diligencia de sus soldados, prosiguió su marcha hasta encontrarse con la nación belicosa de los indios Jiraharas, que por muchos años fueron asombro y terror de toda esta gobernación de Venezuela; quienes con la noticia de acercarse extranjeros a sus tierras, convocados los
pueblos y prevenidas las armas, salieron en formado escuadrón a la defensa, atacando con tal coraje la batalla, que rota y descompuesta la vanguardia española, que gobernaba Juan Gascón (vecino que fue después de la ciudad de Vélez en el Nuevo Reino, donde murió a manos del Cacique Tisquisoque), hubieran conseguido la victoria, a no estorbarlo Martínez que conociendo el aprieto en que se hallaba su gente, esforzó su valor para el socorro, cargando sobre los indios hasta ponerlos en fuga, con pérdida considerable de sus tropas, quedando heridos muchos de los nuestros, y entre ellos García Calvete, a quien dieron un flechazo, que entrándole por el lagrimal del ojo, le atravesó al colodrillo, de que no solamente quedó sano, pero con la vista tan clara y sin lesión como la tenía de antes; teniendo tantos testigos de este prodigio, cuantas fueron las personas que después le conocieron vecino encomendero
de la ciudad de Vélez, donde dejó sucesión.
Posteriormente, en el lugar acontece la misteriosa aparición el 2 de febrero de 1680 de una imagen de la
Virgen en una antigua moneda de real sencillo denominada bamba, denominada así porque llevaba impresa la efigie del rey visigodo Wamba.
Durante la guerra de la Independencia, las
iglesias de Écija sufrieron los saqueos del
ejército francés.
La ciudad fue declarada Conjunto Histórico-
Artístico en el año 1966.
Su nombre, según el profesor Guillermo Tejada, es un derivado de su primer nombre latino, "Aestigi (a)", que no tiene nada que ver con la
laguna Estigia griega, sino con el mucho calor, "aestas/aestus/>estío"... = "calor ardiente - (de hervir/o de cocerse)" de la zona y del lugar; es decir, que su topónimo vendría a significar "lugar de mucho/o de grandísimo calor".