En 1782, bajo el reinado de Carlos III, se crea el Banco de
San Carlos, el banco que daría origen al futuro Banco de
España. Unos años después, en 1785, se aprueba el encargo de los primeros fondos iconográficos del Banco y es un tal Juan Agustín Ceán Bermúdez, el Secretario del Archivo, el que se encarga de contratar a Francisco de Goya la realización de una serie de cuadros para dicho Banco. Hay que hacer constar que Goya era ya por esas fechas uno de los primeros accionistas del Banco de San Carlos a través de su
amigo Ceán Bermúdez que, además de secretario de Francisco de Cabarrús, el fundador del Banco, era también un distinguido historiador y crítico de
arte amén de un importante coleccionista. Por tal motivo, entre 1785 y 1788 y con cargo al Banco de San Carlos, Goya retratará al Rey Carlos III, al Conde de Cabarrús, a Francisco Javier de Arrumbe, al Marqués de Tolosa, a José de
Toro y Zambrano y al gobernador del banco por esas fechas, D. Vicente Joaquín Osorio Moscoso y Guzmán, un acaudalado aristócrata poseedor de innumerables títulos nobiliarios entre los que figuraba el de XII Conde de Altamira.
Al parecer, el conde quedó encantado con el retrato que Goya le había realizado encargándole que retratase a los miembros de su
familia cosa a la que Goya accedería retratando, al menos, a su mujer y a tres de sus cuatro hijos el segundo de los cuales, Manuel Osorio Manrique de Zúñiga. En este cuadro, Goya nos muestra a un niño de mirada perdida, vestido totalmente de rojo, a excepción de esa faja y esos zapatos de raso que le adornan, produciendo en el espectador la sensación de estar viendo el retrato de un muñeco más que el de un niño. Con sus manos sujeta una cuerda a la que está amarrada por una pata una urraca que lleva en su pico una tarjeta de visita de Goya en la que se distingue una paleta con unos pinceles y la firma de Goya (D. Fran co Goya). A un lado, a los pies del niño aparecen dos gatos que observan a la urraca y detrás de ellos, en la oscuridad, se divisan los ojos de un tercero que parece escudriñar el entorno del espectador. Al otro lado, vemos una jaula en la que se apelotonan un grupo de lo que parecen ser unos pinzones o jilgueros.