Para llegar a la calle Jacinto Benavente desde la calle Ramon Freire Basta con cruzar la carretera. Desde ese punto va bajando en pronunciada pendiente hasta salir directamente a campo abierto, justo cuando se encuentra con la Lope de Vega. A pesar de ser céntrica nunca ha sido una calle comercial, probablemente por esa pendiente que la hace tan incómoda. Sin embargo esta calle, justo en la casa de la esquina de la izquierda, albergaba la tienda más deseada y popular entre la chiquillería; la Heladería Los Valencianos. Yo vivía al otro lado de la carretera y por entonces para un niño de mi edad ese era un obstáculo casi insalvable, así que no iba mucho por allí. Pero como reza el dicho; si la montaña no viene a Mahoma... La heladería contaba con un carro a pedales sobre el que se colocaban dos grandes cántaras especiales para transportar el helado. Durante todo el verano un muchacho del pueblo era contratado para recorrer las calles vendiendo el cremoso objeto de deseo. No recuerdo nada comparable a ese momento en el que, encerrado en casa por el calor, en medio de la torridez espesa de las horas de la siesta, me llegaba la voz del muchacho de turno que rompía el silencio reinante gritando ¡helado, heladoooo y que riquillo el mantecado! A partir de ahí se abría una esperanza que no siempre era cierta pero ¿y si ese día tocaba helado?