Desde lo mas hondo de mi corazón, un millón de gracias por haberme permitido rozar con mi costal las trabajaderas de María Santísima de Consolación. Gracias por dejarme respirar de esa fe tan grande que fluye ahí abajo, no lo olvidaré mientras viva. VIVA VUESTRA CUADRILLA, LA MADRE QUE OS PARIó Y LA MADRE DE DIOS ANTE TODO. Un abrazo con el Alma.