El ego es saludable cuando nos ayuda a alcanzar nuestros objetivos en la vida. Pero cuando se vuelve excesivo se convierte en egotismo, eso que solemos llamar "gran ego".
En psicología clásica, el ego es la función ejecutiva de nuestra personalidad, unas veces funcional, otras disfuncional. El "gran ego" no es nuestro propio ego, sino una actitud y un conjunto de comportamientos que el ego ha defendido y a los que se ha apegado; el ego como función se convierte en algo esencial, lo que nos define. A igual que una discapacidad física, entorpece nuestro rango de movimiento, limita nuestro rango de movimiento, limita nuestro rango de cooperación y reciprocidad. La intimidad solo respira en una atmósfera de franqueza creciente, de defectos admitidos y enmendados, de perdón continuo, de errores generosamente corregidos.
Aprender a liberarnos del egotismo a favor de la ausencia de ego que el amor requiere de nosotros, supone que tendremos que estar alerta, pues el ego acecha en nuestras actitudes y comportamientos, a menudo sin darnos cuenta. Por eso, nuestra afirmación tiene que ser."Elijo ser consciente de cada trampa del egotismo. Estoy aquí para experimentar el amor verdadero de mi vida".
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