El último rayo de sol del Jueves
Santo acaricia su piel, y el látigo no hiere, sino besa sus heridas, mientras la
Plaza aguarda impaciente la chicotá más larga, la chicotá que devuelva por unas horas al Amarrao a su gente. Jueves Santo, Sanlúcar, la Plaza y el
Cristo de la Humildad sobre los corazones de un
pueblo... ¿se puede pedir más?