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Escultura El Nacimiento de un Hombre Nuevo, conocida simplemente como Huevo de Colón, SEVILLA

El Nacimiento del Hombre Nuevo es obra de Zurab Konstantines dze Tsereteli, más conocido como Zurab Tsereteli, actual presidente de la Academia de las Artes de Rusia. Fue un regalo del país a la ciudad de Sevilla con motivo de la celebración de la Exposición Universal de 1992. Hoy se encuentra al final del paseo central del parque de San Jerónimo, en el barrio homónimo de la capital andaluza.

Esta obra de bronce puede verse desde los alrededores con gran facilidad, pues sus grandes dimensiones la convierten no solo en el techo del parque sino en el techo de España cuando se trata de obras de este calibre. Alcanza una altura de 45 metros, 32 si únicamente se quiere contar la escultura sin el huevo que la rodea. Realizada en bronce, pesa en torno a 500 toneladas y costó casi nueve meses montarla.

Representa, claro, a Cristóbal Colón. El histórico navegante tiene entre sus manos un mapa del océano donde se ven, además, las tres carabelas que le acompañaron en su primera expedición a América. A la forma ovalada que envuelve esta figura se regresará más adelante, cuando llegue el momento de repasar la leyenda que habla del huevo de Colón.

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Inaugurado en octubre de 1995, lo cierto es que tiene también una nota negativa: el continúo expolio al que se ha visto sometida. Desde poco después de su colocación en el parque, ya estaban faltando las planchas que recubren la estatua. Todavía puede admirarse, pero su aspecto es diferente al que lucía hace casi treinta años.

La leyenda del huevo
Que la escultura de Cristóbal Colón quede insertada en una forma ovalada no es casualidad. Una historia persigue al marinero desde su mismo regreso a España, tras ese primer viaje por el océano. Según recogió el historiador Benzoni, Colón fue invitado a un banquete organizado por el cardenal Pedro González de Mendoza, donde varios de los presentes cuestionaron el valor de su logro. O, más bien, el valor de su persona.

Su objeción descansaba en el hecho de que se hubiese cubierto de medallas a Colón porque, según su opinión, cualquiera con una cierta habilidad habría podido ejecutar la misma empresa. Poco importaba que él hubiese sido el primero porque de no haber sido así simplemente hubiera sido otro, porque su logro podría ser trascendental para el devenir del mundo pero no extraordinario.

En ese momento, Colón tomó un huevo y preguntó a sus acompañantes si alguno de ellos era capaz de mantenerlo derecho, en posición vertical, sobre la mesa y sin ningún apoyo. Lo intentaron uno por uno, pero ninguno lo consiguió. Entonces el explorador realizó un único movimiento: aplastó de un golpe un extremo del huevo. Así logró que se sostuviera recto y cumplir el reto. Aquello podía ser fácil, pero solo a él se le había ocurrido hacerlo.

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Esta es la historia del huevo de Colón, que justifica el aspecto, a su vez, de la estatua más grande de España. Quizá solo se trate de una leyenda, pero deja una moraleja y permite cerrar el círculo de este texto. Hay cosas que aparentan tener mucha dificultad pero que resultan ser fáciles al conocer su artificio. Para ello alguien debe hacerlo el primero, claro.