Fechas anteriores al siglo XVII, o su observación, incluso para los de un siglo más tarde, es tan precaria que sólo nos permiten trazar rasgos muy generales de lo que fue la vida de este municipio desde los primeros vestigios de ocupación humana, en lo que hoy se conoce por
Tocina, hasta la actualidad.
1.- Los restos arqueológicos localizados en diversos puntos de este espacio apuntan hacia una primera ocupación en época neolítica. Estos restos, aunque contados y aislados, indican una continuidad de hábitat humano, desde aquel período hasta época musulmana. Las recientes excavaciones y las prospecciones realizadas en los últimos años justifican esta afirmación. No son materiales de especial interés
artístico, pero sí documental.
Las primeras citas y referencias escritas son de época
romana. Aunque no pueden asimilarse con absoluta certeza los topónimos Aducía y Tocina, la localización, sin embargo, de dos áreas de ciertas extensión y valor arqueológico en puntos muy cercanos al actual municipio -
Fuente del Mocho y
Huerta Paco
Pozo- permite plantear, con reservas, ciertas hipótesis en favor de dicha relación. Algunos estudios filológicos apuntan en el mismo sentido.
La excavación de la
calle del Comendador, en las proximidades de la
Iglesia Parroquial de
San Vicente Martín de la localidad, aportó algunos materiales con indicios de época visigótica, aunque todavía no se ha comprobado fielmente su procedencia.
La documentación escrita para la época musulmana se limita a citas bibliográficas de autores árabes del siglo XII. Tocina era un distrito ("iglim"), dentro de la provincia ("kora") de
Sevilla. Son de esta época los restos de los yacimientos de las Suertes y del Muelle del Ferrocarril. Llegada la conquista cristiana a estas tierras, a mediados del siglo XIII, Tocina era una alquería.
2.- Lo que conocemos hoy por Tocina tiene su origen tras la conquista cristiana en el siglo XIII. Es a partir de entonces cuando se define el espacio ocupado por el actual núcleo de población y su término. La tarea corresponde a la Orden de San Juan de Jerusalén, la Orden de Malta, que recibe, por su participación en la conquista, tierras y bienes con los que formó un señorío que mantuvo hasta el siglo XIX: en
Andalucía, Tocina, junto a
Lora del Río, Alcolea y otros puntos localizados a lo largo del
Valle del Guadalquivir, formaban dicho señorío.
En el siglo XIV ya era Tocina una encomienda, es decir, un territorio cuya administración y gobierno se encomendaba a un caballero de hábito de la Orden, un comendador, con una serie de privilegios y prerrogativas (cobro de ciertos tributos, con los mejoraba la encomienda y aportaba ingresos a la Orden; facultades para elegir miembros del consejo y de la
parroquia, etc...). Su repoblación se inicia en el mismo siglo y en el XV tenemos algunas referencias escritas de dicha tarea: siendo el comendador Manuel Nuñez de Cabera su multiplicaban los vecinos, se restauraba a la antigua iglesia y se roturan nuevos terrenos incultos.
Para estas fechas ya existía un consejo de admistraba la vida del municipio, cuyos alcaldes ordinarios, eran nombrados en numero de dos por el comendador, de los cuatro que proponían los miembros del consejo saliente; los vecinos gozaban de ciertas exenciones fiscales a cambio de venir a poblar, lo que provocó no pocos enfrentamientos ente la Orden y la Corona y entre vencinos y el propio comendador, hasta el mismo siglo XVIII.
Apenas si se conservan documentos para los siglos XVI y XVII, sólo expendientes aislados con alguna
información relativa a algunos aspectos de la vida local . Pero ya entonces debía ser una encomienda rica, a juzgar por las obras, las primeras de las tenemos constancia escrita: la ampliación de la causas
palacio de la encomienda, en 1607, o la función de numerosos vínculos, patronatos o capellanías en la parroquia.
En el siglo XVIII la encomienda de Tocina es una de la mas ricas de la Orden en Castilla a pesar de su reducido término. En 1723 cobrada el comendador 25.000 ducados anuales, y a fines de siglo, en 1797, 40.000 ducados.
Desde el siglo XV cuenta con anejos -cortijos y
casa- en
Córdoba, Villa del Río, Montoro, Palma del Río, Sevilla y el más destacado de todos, que daba el nombre a la encomienda, Robayna, una antigua alquería entre
Pilas y Umbrete, luego lugar poblado con iglesia propia y ya en los últimos años del siglo, una
finca despoblada.
De principios del siglo XVIII son la construcción del actual templo parroquial, sobre los restos de la antigua iglesia de la misma adveración -San Vicente Martín- cuyo interior se exorna con numerosas obras, muchas desaparecidas en la actualidad; y el aspecto que hoy muestra la
ermita de la Soledad. Para este siglo la documentación es más elocuente. Su población oscilaba entre los 1.200 y 1.500 habitantes, en cifras absolutas; de ellos, los braceros y peletrines era el sector más numerosos, seguido de arrieros, quienes daban salida a los excedentes de una
agricultura que sigue siendo su principal fuente de riqueza, de una no menos importante cabaña ganadera y de una impaciente industria rural, basada principalmente en la producción de lana basta. Hay que destacar que a mediados de este siglo contaba con once telares y sus productos se distribuían a través de estos arrieros a puntos tan lejanos en aquella época como
Salamanca o
Madrid.
En el siglo XIX, como sucede en el resto de la Península, comienza con mal pie, como puede deducirse de la escasa pero expresiva documentación conservada. La crisis del principio de siglo afecta lógicamente a Tocina. Las malas cosechas y la epidemias provocaron una sensible reducción en la población, tal y como se refleja en memoriales, informes y otros documentos de la época conservados en la actualidad. La Guerra de la Independencia también afectó a Tocina, ya que, como se desprende de varios expedientes de reclutamiento, varias partidas de hombres participaron en el enfrentamiento bélico contra franceses a principios de siglo. La entonces recién construida Ermita del
Cristo de la Vera
Cruz, en lo que hoy se conoce como Pozo de la Ermita, fue destruida por él
ejercito francés.
La crisis de este siglo también afectó a la floreciente industria de telares, de los once que existían, sólo uno mantenía su señorío, hasta su desaparición a finales de siglo.
Autor: José Mª
Carmona Domínguez
Historia de la barriada "
Los Rosales"
Su historia es muy reciente, su origen se encuentra en la inauguración del ferrocarril en su primera línea desde Sevilla a Córdoba en el año 1860. A final de siglo se ampliaron sus instalaciones con la bifurcación de la línea de Mérida, dado origen a la instalación de un depósito de máquinas,
agua y carbón, con parada obligatoria de todos los
trenes, a fin de proveerse de lo necesario para seguir su ruta...
Desde la inauguración de esta segunda línea, el lugar de la
estación se denominaba "Tocina-Emplame", hasta el año 1914, que se denominaría definitivamente "Los Rosales".
A finales del siglo XVIII esta zona se componía de terrenos secanos, dedicados en su mayor parte a la
ganadería. La instalación del ferrocarril en 1860 motivó la construcción de viviendas, y en el año 1900 esta zona contaba con una población de unos 80 habitantes.
En 1926 se procedió a la puesta en riego de los terrenos de esta zona y se inauguró la primera azucarera de esta provincia - "Azucarera Bética S.A" - pionera en la transformación de productos a manos del "Grupo Ebro", que cambió que cambió el nombre por el de "Azucarera San Fernando de Sevilla, S.A".
La importancia de núcleo ferroviario, la construcción de un pequeño
barrio para los empleados de la azucarera y la puesta en marcha del sistema de regadíos, provocaron una perspectiva económica favorable que contribuyó a la expansión demográfica en esta zona. El crecimiento fue espectacular, alcanzando una población de 3.400 habitantes al año 1970, cuarenta y seis veces la población que tenía al comenzar el siglo.
En el año 1958, se construyó definitivamente la parroquia de "Nuestra Señora de Fátima", este hecho supone el origen de una de las
fiestas del municipio, que se celebra el día 13 de mayo, coincidiendo con el día de la
Virgen que da nombre a esta parroquia.
En los últimos años, con el desarrollo de línea ferroviaria de cercanías, que une Utrera,
Santa Justa y Lora del Río, así como la instalación de industrias agroalimentarias en la zona, ha sufrido un importante desarrollo socioeconómico.
Autor: José Tejero Morales.
Los restos arqueológicos hallados en diversos puntos del término municipal de Tocina, apuntan hacia una primera ocupación de este espacio en época neolítica; indican, además una continuidad en el hábitat humano, desde aquel periodo hasta época musulmana. Las primeras citas y referencias escritas alusivas a Tocina, son de época romana. Aunque se asocia este nombre con el de Oducia- nombre de una posible villa antecedente a la actual, quizás emplazada en el mismo solar o en las proximidades-, topónimo derivado de osducienses, un gremio de barqueros asentados en la orilla del Guadalquivir en la misma zona donde se ubica Tocina, nada puede afirmarse con seguridad. La localización de dos áreas de cierta extensión y valor arqueológico en puntos muy cercanos al actual municipio- Fuente del Mocho y Paco Pozo, permite plantear, sin embargo, ciertas hipótesis a favor de aquella relación. Por la escasa documentación de la época islámica, sabemos que Tocina era un distrito de la provincia de Sevilla. La
tradición ha querido situar en su término el origen de la
bandera andaluza. Hay yacimientos arqueológicos hasta el siglo XII en los lugares del término actual conocidos por Las Suertes y el Apeadero del Ferrocarril. A mediados del XIII, cuando estas tierras fueron ocupadas en el proceso de reconquista cristiana, Tocina era una alquería. Durante la dominación musulmana se la denominó Taxana, de donde derivó, tras la conquista castellana, la actual Tocina. El aspecto del núcleo urbano actual tiene su origen en los siglos XIII/XIV. Alfonso X confirma en 1248 la donación de Tocina a la Orden de San Juan de Jerusalén, hecha años antes por su padre, Fernando III, iniciando su repoblación de manera sistemática a partir del XIV, y añadiendo a esta encomienda otras propiedades anejas, como Robaina, en el Aljarafe, o cortijos y
casas en Córdoba y Sevilla. Debió ser una rica encomienda a juzgar por los documentos que para los siglos XVI y XVII se han conservado, siendo muy apetecida y disputada por los comendadores de la Orden, a pesar de la escasa superficie de su término municipal, por el que estuvo pleiteando hasta el siglo XVIII principalmente con Carmona. Sin duda, su emplazamiento en pleno centro geográfico del Guadalquivir, la hacían disfrutar de una tierra rica y fértil.