Sentado pensativo en un poyete que recorre esa fachada de la Iglesia, allá por el año 1963 (yo tenía entonces 10 años), recién llegado de Málaga, el mosén del pueblo, de cuyo nombre no me acuerdo lamentablemente, me llamó para que fuera su monaguillo. Atendí su llamada y acabé en el Seminario de Barbastro. Guardo un recuerdo imborrable de este pueblo y de esta iglesia.