"Ya con los machos en la
calle, mi hijo mayor entornó una hoja de la gran
puerta. Yo volví la otra e hice girar por dos veces la llave, y aún la empujé para comprobar si quedaba cerrada.
Dentro quedaron sesenta años de mi vida, de entradas y salidas, de sueños compartidos, de cuentos, de planes alrededor del hogar... La entereza de mi madre me dio la fuerza para seguirla, dar media vuelta y marchar calle abajo, como una silenciosa
procesión, sin volver la vista atrás, con tristeza contenida, apretando los dientes con rabia, por tener que abandonar la tierra que nos vio nacer".
(Extracto del libro Memoria de un montañés)