Cuando conocí esta
cueva, el suelo de hielo superaba la altura de la barrera, que no estaba; como iba con crampones, un guía de
montaña francés a cargo de un grupo de jóvenes, me pidió que me encordara a la punta de la cuerda, en la que estaban todos atados, era una forma de impedir que alguno se acercara a la zona donde podría escurrirse hacia el piso inferior.