La imprudencia de quemar un enjambre de abejas en plena canícula, con viento y después de un año extremadamente seco, trajo como consecuencia la quema de casi mil hectáreas de vegetación y el deterioro de uno de los paisajes más bonitos de la zona.Calasanz, Peralta de Sal y sobretodo Gabasa sufrieron unas pérdidas irreparables con la desaparicíón de almendros y olivos centenarios, así como robles, encinas y monte bajo.El fuego también destruyó el habitat de numerosas especies como el jabalí , conejo...