Las donaciones y privilegios de Alfonso I a la villa de Echo fueron origen de un sistema económico auténticamente comunal para los habitantes en cuanto al aprovechamiento de los
montes y recursos naturales (pastos, maderas,
caza,
pesca etc.), que fue desvirtuado a principios de este siglo por las instituciones registrales, al inscribirse como «de propios del
Ayuntamiento» los bienes que siempre habían sido «del común de vecinos».