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LA ALMUNIA DEL ROMERAL: Era el día siete de julio del 2.002. Terminábamos de...

Era el día siete de julio del 2.002. Terminábamos de enterrar a nuestra querida y siempre recordada Irene del Sastre. Mientras el albañil terminaba de cerrar el nicho, yo me acerqué al pedazo de tierra donde descansan mis abuelos maternos, Francisco Buil Calvo y María Albero Luís. Recé una oración por su eterno descanso; me acerqué también al tumba de siña Benita de Grasa. Quería yo mucho a siña Benita. Quizás por ser la abuela de mis amigos Conrado y Joseter o por su bondad, o por las dos cosas a la vez La última vez que la vi, fue en el verano del 1.951, en el Hortal de Aniés, donde están ahora los chalets. Iba de su casa al barrio de Allá, al barrio de la Cruz. Todavía recuerdo su cara risueña, con una chispa de tristeza en su mirada que se perdía por la Foz, por el camino del Penz. Por ese camino, uno de sus hijos, cuando los nacionales bajaban por la costera de Santolaria, se había ido a Francia. Mi abuelo, trató de darle confianza. Él mismo se le ofreció para salir en su defensa, ya que no había hecho nada malo. No le convenció y decidió exilarse.
Recordé también con cariño a siña Treseta, a siña Antonia de Liena, a siña Pía, a siña Nastasia, a siña Antonia de Franco, a siña Rafaela que, aunque está enterrada en Barcelona, siempre la he recordado con cariño, a Dña. Encarnación que, siempre nos gritaba desde el balcón de su casa cuando veía que nos comíamos sus almendricos y alcachofas. En fin. A todas aquellas agüeletas de largos sayales y ajustados corpiños, de cabezas tocadas con grandes pañuelos negros anudados debajo de la barbilla, de los que a veces, se dejaban ver algunos hilillos de plata, la plata fina de sus plateados cabellos.
Sumido en mis recuerdos, casi sin darme cuenta, me encontré al borde de la zanja que separa el cementerio de la pared de la iglesia. Y ¡Ho sorpresa ¡A la altura del altar de San Antonio, había una puerta de medio punto tapiada.. Fue entonces, cuando por primera vez, se me ocurrió escribir algo sobre nuestra iglesia.
Quería pues, documentarme más sobre la misma en un posterior reconocimiento y el domingo, día 20 del mismo mes y año observé que, sobre la puerta tapiada, a una distancia regular del centro, había dos mechinales o agujeros que pudieron dar cobijo a dos vigas de un posible soporte a un tejado que sirviera de cubierto, pórtico o galilea de una primitiva entrada a la iglesia.
En la misma pared y a la altura del presbiterio, me encontré con otra puerta tapiada, cuyo dintel es un tosco y reseco tronco. Sobre esta puerta y a un metro, más o menos de altura, hay una hilera de agujeros donde debieron descansar otros tantos maderos de un tejado. Este trozo de pared, está enlucido de aljez, lo que nos indica que aquí hubo una estancia, (según mi tía Ángeles Buil Albero que hoy, once de enero del 2.012, cuenta con 92 años), hubo una sacristía.
El día de la Fiesta del año pasado (03/08/2.003), por indicación de D. José María Aso, el párroco, subí a la torre para tocar a misa. La puerta del coro que comunica con las escaleras de la torre es muy bajita y me dí un buen coscorrón en la cabeza que me dejó muy contento y algo atolondrado, pero no tanto, cómo pera no darme cuenta de otra puerta tapiada a la altura del coro y que debía de comunicar con la torre, cosa rara, pues en el interior de la torre, no hay nada que nos indique la existencia de un piso. Y cómo a la tercera puerta va la vencida, eme aquí, bolígrafo en mano, dispuesto a escribir lo que pueda de nuestra iglesia.
Nuestra iglesia, fue consagrada con anterioridad al siglo XIII ya que, según D. Antonio Durán Gudiol, en este siglo, ya hay noticias documentadas sobre la misma. Dedicada bajo la advocación de San Vicente mártir. De planta rectangular, su fábrica es de doce pilares de piedra sillares con sus endejas o aderejas, cuatro cantoneros y el resto de los muros, en su base en de sillares y el resto de tapial. En el muro derecho, casi a la altura del tejado, hay tres aberturas, dos de ellas tapiadas y la otra con una plancha de mármol o de alabastro. En el muro derecho, hay dos ventanas cegadas. En la parte posterior, a la izquierda del pilar central, hay un vano abierto, con la finalidad, creo yo, de dar ventilación al espacio que queda entre la bóveda y la cubierta. En la fachada, el pilar central, descansa sobre la puerta, cosa muy rara. En la parte izquierda del pilar, hay una ventana acristalada que da luz al coro y a la iglesia en general.
La puerta barroca, sus jambas y dovelas están labradas con elegante sencillez. En la piedra clave, en bajo relieve, podemos contemplar una rueda de molino, instrumento de tortura del santo, una palma, el justo premio a su martirio y una fecha: 1768.
La torre, es de cuatro cuerpos. El primero rebozado de cemento y los otros tres de sillería con chapistel o remate piramidal terminado con la tradicional veleta.
El exterior de la capilla de la virgen del Pilar, tiene un zócalo de un compuesto de cascotes, cantos rodados y cemento, fruto de un posible remiendo posterior a la fábrica de la misma, el resto es de sillería. A continuación, la pared de la sacristía, rebozada de cemento, tiene una ventana protegida por una red metálica.
El interior del la iglesia es de planta rectangular con bóveda de cañón con lunetos y dividida en cinco tramos por cuatro simulados arcos fajones adornado con florones y rombos; al carecer de ábside, el altar está adosado a la pared.
El altar primitivo, tenía un retablillo con cuatro columnas salomónicas, dos por banda con frontón triangular rematando en sus tres vértices en volutas. En el centro, como es natural, estaba el cuadre de San Vicente. Para hacernos una idea de cómo era, vasta con contemplar el cuadro actual, ya que el pintor intentó, en el cuadro, reproducir el retablo e imaginar las columnas, los relieves y dorados.
Actualmente, el altar, está presidido por un cuadro que representa a San Vicente atado a una rueda de molino flotando sobre las embravecidas aguas del mar, bajo un cielo tempestuoso y amenazante de color cárdeno del que resalta una nube que, a mis ojos de crío, era la cara rosada de un niño con su ojito y su naricita respingona soplando a la cara del santo.
El cuadro, óleo sobre tela, fue pintado en 1.940 por el pintor oscense Vicente Vallés. La tela, una sábana de lino, fue donada, según unos, por la familia Guiral y según otros, por la familia Aniés.. A los dos lados, sobre dos ménsulas o repisas, están las imágenes de pasta o yeso, de Santo Domingo de Guzmán y la de la virgen del Rosario, para mí, Nuestra Señora de la Almunia del Romeral, la Virgen de mi niñez... Hasta no hace mucho, estas dos imágenes estaban dentro de unas urnas de madera azul sobre sus respectivas mesas-.
En el lateral derecho, esta un pequeño altar de San Antonio de Padua que, al parecer pertenecía a casa de Guiral, pequeña hornacina con puertas acristaladas. Durante muchos años, había un cuadro del santo, hasta que no hace muchos, la familia Franco, regaló una imagen moderna del mismo. En el lateral izquierdo, la capilla de la virgen del Pilar, o capilla de casa de Aniés, con bóveda de crucería. Entre el altar de San Antonio, la primitiva puerta y el altar de la virgen del Pilar ¿Pudo haber una nave de una primitiva iglesia? No lo sé. Una pregunta difícil de responder y que de momento queda en el aire.
Sobre el altar mayor, en el “luneto” que hay encima de la cornisa que circunda o rodea la nave, hay un cruz, como si de un “crismón” se tratara, con volutas y lambrequines de vivos colores y que según Dña. Aurora Ciria Bertrán hija de La Almunia y residente en Los Molinos de Sipán, fue pintado a finales de los años vente del pasado siglo; bajo tres de los arcos fajones, sosteniéndolos, hay simuladas tres columnas estriadas por lado y curiosamente, el fuste de un par de ellas no llegan a su basamento..
En la cornisa, todavía se conservan cinco soportes de otras tantas lámparas votivas que pertenecía a las familias: Aniés, Guiral, Martinete, Nonilia y Escario..
El coro, a los pies de la nave, en alto sobre maderos vistos; la pila bautismal, junto a la escalera del coro, de piedra picada en forma de cuenco, podría ser románica, aunque no hay ningún detalle que lo corrobore; con toda seguridad es la original.