Pasé los veranos más bonitos de una vida (los de la infancia) corriendo por sus calles, subida en las ventanas de su ayuntamiento, metiendo los pies en la fuente de la plaza, y dándo pedales hasta la arboleda cercana. Las montañas rocosas en forma de tren, de puente, fueron los mejores escenarios de juegos que una niña puede tener. Gracias por permitirme pasar la mejor época de mi vida entre tus calles.