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SECORUN: Visité Secorún el verano de 2003. Volver a mis orígenes...

Visité Secorún el verano de 2003. Volver a mis orígenes supuso constatar el inexorable paso del tiempo cuando los hombres abandonan los lugares donde antaño trabajaron, soñaron, vieron pasar los días pensando en un futuro inextricable...He aquí la realidad de la ruina, del despojo sistemático y voraz. Mi hermano había estado hacía 20 años y me contó que todavía se adivinaban portalones de piedra de bella factura, elementos arquitectónicos románicos o posteriores como ventanas, etc. Hoy, apenas unas ruinas desoladas y sin valor se divisan entre la maleza, una iglesia comida por la hiedra que amenaza derrumbe inmediato en cuyo interior los caballos han encontrado refugio de las heladas invernales o del sol implacable del estío. Un lugar bello, donde la soledad del abandono y la montaña nos recuerda que la naturaleza, cuando se la deja libre, va borrando el recuerdo, la memoria de una vida real de hombres y mujeres que debieron vivir la dureza del aislamento. El tiempo ha rodado y en la memoria oculta me fue imposible reconocer el lugar de mis antepasados. Me llamo ángel Secorún, nací en Barcelona, pero aquél pueblo era silencio, tal vez sólo una brisa y un espacio inmenso bajo el Sol. Ya de vuelta por el camino polvoriento y plagado de cantos rodados, iba meditando si la próxima vez que visitara Secorún habría algo que recordar. Sería fantástico que alguien arreglara eso un poco...Sólo el nombre queda de un lugar que fue, sólo los nombres.