Y cuenta la leyenda... que un mozo de la
familia, en una de las trashumancias a
Andalucía, se enamoró de una
joven de La Carolina y le prometió que si se casaba con él, no echaría de menos su tierra. Es como la
historia de los
jardines colgantes de Babilonia que Nabucodonosor II construyó, para que su amada esposa Amytis no echara de menos las
montañas de su tierra. Pues este señor hizo lo mismo, remodeló la
casa, la llenó de geranios, puso
rejas andaluzas en las
ventanas y la pintó con cal y azulete, tal como se llevaba en aquel entonces en Andalucía... y vivieron
felices y comieron perdices... escabechadas... y migas a la Pastora