Situación:
Municipio de la Comarca del Bajo Aragón, en la provincia de Teruel, situado en su parte nororiental, en el extremo oeste de la histórica comarca del mismo nombre.
Encrucijada de caminos, equidista aproximadamente 120 km de Zaragoza, Teruel y la costa mediterránea, cuya influencia se deja sentir en el paisaje de la circunda.
El piedemonte ibérico, escalón hacia las tierras altas del centro y sur de la provincia de Teruel, es la cuna de Alcorisa. El río Guadalopillo, afluente del Guadalope, encajonado en la plataforma calcárea, abre su espacio en las hoyas terciarias excavadas. Estrechos y hoyas se alternan, donde las rocas retorcidas por fuertes empujes y las arcillas y margas, se pintan de vivos y variados colores. En un estrecho de areniscas y conglomerados, donde los alcores protegen a la población, se levanta la Villa de Alcorisa.
Esta mezcla de sierras calizas y hoyas arcillosas, donde los estratos que aún asoman forman un rosario de complicados montículos, es el componente esencial del suelo alcorisano.
Sobre este suelo, la vegetación mediterránea ha hecho el resto. El olivo es su árbol emblemático. Viejos olivares, salvados de la euforia de nuevos cultivos; terrazas con pacientes muros de piedra, para salvaguardar la tierra que se escapa; y un sinfín de masías y casetas, testimonio de una población dispersa ya desaparecida, son los elementos que forman el paisaje que todos los días contemplamos los alcorisanos.
En la zona de vega, los cultivos de huerta se mezclan con choperas. Y en los altos, la desnudez de las calizas intenta camuflarse en pequeños bosques de pinos mediterráneos. Enebros y restos de viejos encinares, junto con sinfín de arbustos y plantas aromáticas, ocultan una fauna rica que sobrevive a numerosos peligros. También, de vez en cuando, las cicatrices de las canteras de minas recuerdan al hombre las dentelladas que este paisaje está sufriendo.
Encrucijada de caminos, equidista aproximadamente 120 km de Zaragoza, Teruel y la costa mediterránea, cuya influencia se deja sentir en el paisaje de la circunda.
El piedemonte ibérico, escalón hacia las tierras altas del centro y sur de la provincia de Teruel, es la cuna de Alcorisa. El río Guadalopillo, afluente del Guadalope, encajonado en la plataforma calcárea, abre su espacio en las hoyas terciarias excavadas. Estrechos y hoyas se alternan, donde las rocas retorcidas por fuertes empujes y las arcillas y margas, se pintan de vivos y variados colores. En un estrecho de areniscas y conglomerados, donde los alcores protegen a la población, se levanta la Villa de Alcorisa.
Esta mezcla de sierras calizas y hoyas arcillosas, donde los estratos que aún asoman forman un rosario de complicados montículos, es el componente esencial del suelo alcorisano.
Sobre este suelo, la vegetación mediterránea ha hecho el resto. El olivo es su árbol emblemático. Viejos olivares, salvados de la euforia de nuevos cultivos; terrazas con pacientes muros de piedra, para salvaguardar la tierra que se escapa; y un sinfín de masías y casetas, testimonio de una población dispersa ya desaparecida, son los elementos que forman el paisaje que todos los días contemplamos los alcorisanos.
En la zona de vega, los cultivos de huerta se mezclan con choperas. Y en los altos, la desnudez de las calizas intenta camuflarse en pequeños bosques de pinos mediterráneos. Enebros y restos de viejos encinares, junto con sinfín de arbustos y plantas aromáticas, ocultan una fauna rica que sobrevive a numerosos peligros. También, de vez en cuando, las cicatrices de las canteras de minas recuerdan al hombre las dentelladas que este paisaje está sufriendo.