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LOS CIPRESES DEL CALVARIO

No se puede pensar en el Calvario
Sin sus cipréses, ni a los cipréses,
Sin su Calvario, son dos en uno,
Como dos enamorados el uno del otro.

A la entrada del Calvario,
Te dan la bienvenida,
Son cipréses centenarios,
Impresiona verlos tan altos.

En todo el recorrido,
Te acompañan con toda su grandeza,
De que los ha dotado
La madre naturaleza.

Todos son hermosos y elegantes,
Pero hay uno tan especial,
El Ciprés madre, me detengo,
Miro hacia sus ramas,
Es como un encaje de bolillos,
Toda una filigrana se forma
Con el enramado de sus ramas.

Como una buena madre tiene,
A todos sus hijos protegidos,
Por un tronco bien macizo,
Y esas raizes que llega,
Muy profundas en la tierra.

Que nadie lastime ni una rama,
Que son como tesoros,
Hay que cuidarlo,
Como si de nuestra madre se tratara.

Tantos niños, de tantas generaciones,
Han jugado junto a él en busca,
De su sombra y cobijo,
Desde tiempos muy remotos.

Fuerón nuestros antepasados,
Los tatarabuelos de nuestros
Tatarabuelos, la historia,
Biene de muy lejos,
Han pasado IV siglos,
Y siguen bien erguidos.

Ese Calvario y su Cipréses
Están ahi para gozo nuestro.