Belmonte con sus casas apiñadas alrededor de la Iglesia, es un bello pueblo que el viajero no espera encontrar cuando se adentra en las duras tierras del Bajo Aragón. Sus gentes amables, sus calles con sabor a medievo, sus paisajes montañosos verdes y rocosos, con sus barrancos, sus tierras de cultivos y todos esos lugares especiales que los belmontinos recuerdan con nostalgia.