Las primeras referencias históricas sobre
Bueña nos remontan a la aparición de una sítula
romana, urna de sacrificio, datada en el S. III después de
Cristo. Eran dos o tres, pero sólo se sabe el paradero de una de ellas. Según los libros fueron encontradas en 1918 por Celidonio Larred, en un
campo de labor de la partida de los Colmenares, pero esta fecha podría ser incorrecta, debido a que la abuela de Beatriz Martín, sobrina del labrador y pocos años después nuera del mismo, siempre comentó que cuando era pequeña le fueron entregados, por su tío, dos o tres calderos para que pudieran jugar ella y su prima, cuando las dos pequeñas los limpiaron y aparecieron aquellas figuras, Celidonio cogió las sítulas y se las llevó.
Este suceso data mucho más tarde del 1918, ya que su abuela nació en el 1922 y cuando ocurrió debía de tener unos siete años. Por lo que o la fecha es errónea, siendo 1928, o después de hallarlos, su bisabuelo, Celidonio, los guardó unos diez años hasta que las niñas descubrieron su valor y más tarde, hacia el 1933, se las vendiese a un cura, Maximiliano García, por un despertador y veinte duros. La única sítula que se conserva actualmente está en el
Museo Arqueológico Nacional de
Madrid, tiene forma troncocónica y con un asa diametral de suspensión, su superficie está decorada con grabados realizadoscon un cincel.
Presenta una escena de
caza rodeada por dos motivos ornamentales geométricos y vegetales. Más tarde, en tiempos del rey Jaime I se construyó un
castillo que formaba parte de las defensas de la Comunidad de Daroca.
En el año 1369, el castillo se encontraba en situación de defensa al producirse la ruptura entre el rey Pedro IV y su antiguo aliado castellano Enrique II, tal y como cita Jerónimo Zurita: "... y se bastecieron los lugares que estaban en defensa que eran:
Arcos, Albentosa, Rubielos, Mosqueruela, el castillo de Cedrillas, Perales , Camarillas, Bueyna y Celha".
El hecho más destacado de la
historia del castillo de Bueña, fue la defensa que del mismo realizó su alcayde Martín Martínez de Gombalde, junto con su hermano Andrés, en el año 1363, cuando el rey Pedro IV vio invadidas sus fortalezas por las tropas castellanas de Pedro II, las cuales, tras una rápida progresión por las tierras de la Comunidad de Daroca, llegaron a sitiar la fortaleza de Bueña.
Ante la resistencia que su alcayde ejercía, los castellanos le amenazaron con matar a dos de sus hijos si no entregaba la fortaleza, entrega que rehusó y contemplaría como sus hijos eran asesinados, elogiosa defensa que sería reconocida por el rey de armas Fernando II, Gracia Dei, en su Nobiliario.
Situado sobre la ladera meridional de un
monte, en la
sierra Palomera, se estructura
en cuatro núcleos:
- El
barrio del castillo
- El barrio de la ladera
- El barrio de la
fuente
- El barrio del
calvario
Las primeras referencias históricas sobre Bueña nos remontan a la aparición de una sítula romana, urna de sacrificio, datada en el S. III después de Cristo. Eran dos o tres, pero sólo se sabe el paradero de una de ellas. Según los libros fueron encontradas en 1918 por Celidonio Larred, en un campo de labor de la partida de los Colmenares, pero esta fecha podría ser incorrecta, debido a que la abuela de Beatriz Martín, sobrina del labrador y pocos años después nuera del mismo, siempre comentó que cuando era pequeña le fueron entregados, por su tío, dos o tres calderos para que pudieran jugar ella y su prima, cuando las dos pequeñas los limpiaron y aparecieron aquellas figuras, Celidonio cogió las sítulas y se las llevó.
Este suceso data mucho más tarde del 1918, ya que su abuela nació en el 1922 y cuando ocurrió debía de tener unos siete años. Por lo que o la fecha es errónea, siendo 1928, o después de hallarlos, su bisabuelo, Celidonio, los guardó unos diez años hasta que las niñas descubrieron su valor y más tarde, hacia el 1933, se las vendiese a un cura, Maximiliano García, por un despertador y veinte duros. La única sítula que se conserva actualmente está en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, tiene forma troncocónica y con un asa diametral de suspensión, su superficie está decorada con grabados realizadoscon un cincel.
Presenta una escena de caza rodeada por dos motivos ornamentales geométricos y vegetales. Más tarde, en tiempos del rey Jaime I se construyó un castillo que formaba parte de las defensas de la Comunidad de Daroca.
En el año 1369, el castillo se encontraba en situación de defensa al producirse la ruptura entre el rey Pedro IV y su antiguo aliado castellano Enrique II, tal y como cita Jerónimo Zurita: "... y se bastecieron los lugares que estaban en defensa que eran: Arcos, Albentosa, Rubielos, Mosqueruela, el castillo de Cedrillas, Perales , Camarillas, Bueyna y Celha".
El hecho más destacado de la historia del castillo de Bueña, fue la defensa que del mismo realizó su alcayde Martín Martínez de Gombalde, junto con su hermano Andrés, en el año 1363, cuando el rey Pedro IV vio invadidas sus fortalezas por las tropas castellanas de Pedro II, las cuales, tras una rápida progresión por las tierras de la Comunidad de Daroca, llegaron a sitiar la fortaleza de Bueña.
Ante la resistencia que su alcayde ejercía, los castellanos le amenazaron con matar a dos de sus hijos si no entregaba la fortaleza, entrega que rehusó y contemplaría como sus hijos eran asesinados, elogiosa defensa que sería reconocida por el rey de armas Fernando II, Gracia Dei, en su Nobiliario.
De su primitiva estructura, lamentablemente, solo se mantiene un
torreón cuadrado, utilizado hoy como
palomar, y restos del lienzo que descendía por la ladera más suave.
Desde el punto de vista político-administrativo, Bueña era aldea de la Comunidad de Daroca, dentro de la sesma de
Visiedo, por lo que la propiedad de la tierra siempre fue de realengo. Sobrecullida de Montalban (S. XV), Vereda de Montalban (S. XVII) y corregimiento de
Teruel (1711-1833).
Fue aldea hasta 1711, y lugar en 1785, contando con
ayuntamiento propio quizá desde 1834. Perteneció al partido judicial de Albarracin, para incorporarse en 1965 al partido judicial en Teruel.
La
iglesia parroquial de la Asunción (S. XVII) es una obra de mampostería, con tres naves desiguales entre si, cubiertas con
bóveda de medio cañón con lunetos en la central y con bóveda de arista en las laterales.
Posee cabecera tripartita al interior y plana al exterior.
Tiene
torre de tres cuerpos de mampostería y cuadrado los dos inferiores,
y de ladrillo y octogonal el superior, rematado con
capitel.