"... Los tambores... se redoblan sin interrupción, o poco menos, desde el mediodía del Viernes
Santo hasta la misma hora del sábado, en conmemoración de las tinieblas que se extendieron sobre la tierra en el instante de la muerte de
Cristo... Es una ceremonia colectiva impresionante, cargada de una extraña emoción... Participé en ella en varias ocasiones,... Yo utilicé ese redoble profundo e inolvidable en varias películas..
Hacia mediodía del Viernes Santo, la multitud se congrega en la
plaza de la
iglesia... A la primera campanada de las doce del
reloj de la iglesia, un estruendo enorme, como de un gran trueno retumba en todo el
pueblo con una fuerza aplastante. Todos los tambores redoblan a la vez. Una emoción indefinible que pronto se convierte en una especie de embriaguez, se apodera de los hombres... Al
amanecer, la membrana de los tambores se mancha de sangre: las manos sangran de tanto redoblar..."
Luis Buñuel
De su libro: "Mi último suspiro"