Durante estos 3 días, he paseado con mis recuerdos todas las
esquinas y los recovecos de este
pueblo, buscaba el fantasma de mi padre, pequeño pastor que recorría las
montañas con sus
ovejas.
Casi buscaba la
piedra bajo la cual ocultaba decía sus pequeños tesoros.
Penetraba en los apriscos, vestigios impregnados de la vida económica y de la organización social del pasado.
Apriscos que se mueren suavemente prisioneros del tiempo que pasa.
Ayer había la vida hoy que el silencio
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