El
castillo de Peñaflor se encarama a poderosos riscos verticales sobre la población y el
río Aguasvivas. Parece ser de los más antiguos de las sierras turolenses (siglos XII y XIII).
En la actualidad los restos más espectaculares son los de los
torreones del lado este, por su caída a plomo sobre el abismo. En el otro extremo se levanta un pequeño lienzo de
muralla donde se conserva un depósito con
bóveda.
Los accesos al mismo castillo debieron estar muy localizados, al final de zigzagueantes
senderos, donde la propia colina era parte de las defensas exteriores.
La propia
Huesa del Común debió estar bien defendida tras sus numerosos portales, bajo
arcos de medio punto. Félix Benito dice que por la colina descendían dos
murallas laterales hasta la parte baja de la población que coincidiría con los mismos.
El poderío de esta posición inexpugnable la convirtió en la capital de un feudo que englobaba a varios
pueblos vecinos. Aparece como tenencia cristiana en 1154. Antes de esta fecha ya aparece alguna mención a Huesa en el propio Cantar del Mío Cid, como Ossa. Es más que probable que el Cid Campeador buscase por estas tierras su botín, sino algún punto débil en la propia fortaleza.
La luminosidad y dominio del
paisaje hacen del castillo un magnífico
mirador, dueño de un espacio áspero y anatómico, labrado por los caprichos de la geología y la obstinación del río.