CASTILLO DE
PERACENSE: RECINTO INFERIOR: Entramos al castillo recorriendo una suave rampa sobre el terreno natural ejecutada en el año 1987, que nos permite acceder a la
puerta exterior del castillo, cuyos arranques de jambas se conservan situ. El resto de la misma es recrecido.
A través de ella accedemos a albacara o
patio de armas exterior. En su ángulo noreste se han reconstruido con su volumen primitivas
cuadras, con sus comederos ejecutados en el espesor los muros. La estructura de madera que sustenta su cubierta se apoya en los mechinales de las antiguas vigas que cubrian estas estancias; el contorno de su planta se apoya en la traza revelada por la excavación arqueológica. Las
escaleras de madera que acceden al adarve de la
muralla se han hecho en madera tratada. Sobre la base de las escaleras primitivas, en la situada al este de las cuadras, los dos primeros peldaños (los originales) son de
piedra.
En el extremo oeste de esta albacara observamos, en la base de los muros del recinto intermedio, grandes bloques de piedra (megalitos), cuya ejecución obedece a la etapa ibérica de ocupación del solar del castillo. A sus pies afloran sobre el terreno los estratos horizontales de piedra de rodeno utilizados como cantera para la extracción de discos utilizados como ruedas de
molino.
En el quiebro de la muralla se aprecia el ejarje de los muros, que se aseguraban el enlace con una
torre de
esquina desaparecida, cuya base se ha ejecutado en 1998.
En su extremo sur, una esbelta torre atalaya enlaza el recinto exterior con el intermedio.
Ubicación
Se puede acceder por
carretera a través de la autovía A-23 con salida en
Villafranca del Campo. La fortaleza se asienta sobre una formación rocosa de rodeno fuertemente escarpada, que constituye la prolongación sur de
Sierra Menera, junto al cerro de
San Ginés. La erosión del propio rodeno permite obtener unas impresionantes vistas del entorno, especialmente del
valle del Jiloca, situado al NE del castillo.
HISTORIA: El emplazamiento del castillo estuvo ocupado a finales de la Edad de Bronce, como lo atestiguan las
cerámicas a mano y bruñidas recuperadas arqueológicamente. Posteriormente, bajo época de dominación musulmana, durante el siglo x y el siglo xi el lugar volvió a estar habitado, según indican las cerámicas localizadas, aunque sin restos constructivos.