La que posiblemente es la más antigua y que se mantiene, es la de la ronda de los "Despertadores", grupo de hombres del
pueblo que antes del
amanecer recorrian las
calles del pueblo cantando en falsete diversas coplas (según el dia) los festivos y domingos, portando un farolillo alrededor del cual formaban corro en puntos previamente determinados (hoy marcados como "coplas de los despertadores"); durante el trayecto de punto a punto se acompañan del tañir de una campanilla. Terminada la primera vuelta, en compañía de la gente que se les une repiten el recorrido cantando el Rosario de la Aurora. A continuación comenzaba la "misa primera" siempre antes de amanecer, lo que permitía a los labradores incorporarse después a sus labores sin pérdida de horas. Por cierto, en el interior de la
iglesia, desde siempre, los bancos del lado izquierdo mirando al
altar se ocupaban siempre por mujeres, mientras que los derechos lo eran por los hombres. Los niños ocupaban los primeros, excepto si la solemnidad del dia exigía que lo fueran para las autoridades.
Costumbre muy frecuente era que cuando el sermón se prolongaba en exceso, empezaban a surgir toses y carraspeos llamativos entre los bancos de la derecha. Existe un libro editado por el Instituto de Estudios Turolenses, "Religiosidad popular en
Torrecilla de Alcañiz", escrito por Jose P. Burgués en 1989 con el patrocinio del
Ayuntamiento y del que ya hemos hecho referencia en anteriores apartados, que incluye una interesante recopilación de datos históricos, sociales y religiosos sobre el pueblo.
De las ya desaparecidas, una de ellas eran los partidos de pelota mano que se jugaban en la lonja del Ayuntamiento (en ese tiempo con las
fachadas laterales tapiadas) a la salida de la Misa Mayor los domingos y festivos. Esos mismos días, los toques de las
campanas -tres: media hora, 15 minutos antes y en el momento del inicio- avisando la celebración de la misa se realizaban manualmente por los mozos del pueblo subidos al interior de la
torre por la
escalera que accede desde el
coro que ejecutaban el llamado "bandiado" - es decir, volteo manual de las mismas-.
El
juego de la "morra", quizas el mas antiguo que se practica en el pueblo sigue siendo habitual en muchas de las
reuniones y es tan simple en su ejecución que tan solo precisa de una mano con cinco dedos, de modo que los dos contrincantes al unísono deben sacar un número de ellos voceando el total que suponen sale entre ambos, suponiendo la palabra "nada" el cero, es decir los dos puños cerrados, o "todas" que significa diez dedos; se puede jugar por parejas y en los últimos años ha sido objeto de campeonatos comarcales. Otro de los
juegos habituales era el "guiñote" a parejas con baraja española (que sigue siendo motivo de competición en las
Fiestas Mayores), y la "bresca", algo similar que solían jugar y juegan las mujeres en grupo sentadas en corro a las
puertas de las
casas.
La figura del "Quinto" (
joven que iba a entrar en sorteo ese año para cumplir el servicio
militar el año siguiente) era fundamental, de modo que su reconocimiento comenzaba a las 0 horas del dia de S. Jose, momento en que los "quintos" viejos que podían estar rondando hasta entonces,rompían la guitarra y la pandereta. Los nuevos estrenaban sus propios instrumentos iniciando su primera ronda (ver referencia Jose P. Burgues). La
noche de Pascua, unos y otros adornan lugares con ramas de
pino ("enraman"), previo permiso del alcalde, de modo que los quintos viejos adornan la
fachada de la iglesia y la
puerta del cura, mientras los nuevos lo hacen con la puerta del alcalde y la de algunas mozas, lo que conlleva toda una noche. Al día siguiente, lunes de Pascua engalanaban el
carro para subir a la
Ermita, subiendo los últimos entre alborozos y griterío al lugar reservado para ellos en la zona mas alta a consumir la
comida organizada en común por sus madres, en la que se incluía un
pastel llamado "brazo de gitano" que los quintos nuevos regalaban al alcalde y los viejos al cura. De vuelta al pueblo tenían organizado por ellos mismos el
baile, antiguamente en la
plaza de la Iglesia y desde hace años en el
Salon.
Durante un año, los quintos gozaban de privilegios especiales en el pueblo, de modo que antiguamente el que salieran a rondar varias cuadrillas era cosa frecuente, pero si los quintos se detenían a cantar en algún lugar, ninguna otra cuadrilla podía pasar por delante. Hoy los
carros engalanados han sido sustituídos por tractores y las cuadrillas se unen a los quintos, cada vez en número mas escaso.
Cuando aparecieron los primeros "autobuses de línea", era costumbre diaria el esperarlos por numerosos mozos del pueblo sentados en la plaza Andrade, en la
ventana llamada "la rejeta" de la
casa La Figuera para comprobar quién llegaba en los mismos.
En la época de
verano, sobre todo en los tiempos de la siega, era común que la gente joven, por supuesto solo varones, su bañara una vez a la semana en la "balsa nueva" o el "
pantano", con una expresión muy peculiar que no he vuelto a oir: "el capuzete de
Cristo, cojo la ropa y me visto".
Durante las fiestas de
San Miguel, se realizaban numerosas competiciones, tales como carreras pedrestes, de sacos, de burros y de mulas, etc... que se premiaban con uno de los pollos que el alguacil portaba atados en la punta de un mástil. Desde hace unos años se instauró la figura de la vaquilla, que era "toreada" en un cerco de carros montado en la plaza de la Iglesia, posteriormente an la "balsa de la
calle alta", más tarde detrás de las
escuelas y últimamente en la "foya", la cual antiguamente era degollada y consumida con posterioridad en comida comunal, pero que desde hace años se alquila a empresarios ambulantes. Hace ya mucho tiempo que desaparecieron por esas fiestas la figura de los "comediantes", gente ambulante que montaban espectáculos
nocturnos en la plaza del Ayuntamiento.
La figura del alguacil era una de las mas conocidas del pueblo, y con su trompetilla plana recorría las calles del mismo pregonando tanto bandos comerciales (venta de
pescado de ... en ...) como informaciones del propio Ayuntamiento. Fué sustituída por el tiempo por altavoces instalados inicialmente en la torre de la Iglesia qu con posterioridad de ampliaron a diversos puntos del pueblo.
Otra de las figuras desaparecidas es la del "Guarda", persona encargada de controlar los posibles hurtos en
huertos o
campos, que recorría diariamente trayectos no premeditados con su
banda de cuero y la chapa que lo identificaba.
Las "espigadoras" eran mujeres con pocos recursos familiares que tras la siega recorrían los campos, dia tra dia, recogiendo en un capazo las espigas caidas al suelo tras el paso de las guadañas en la recolecta de la mies, desgranando posteriormente el trigo para llevarlo a moler y disponer de harina para el mayor tiempo posible.
La elaboración del
pan se realizaba en el
horno del pueblo -con la harina conseguida después de moler el trigo en el
molino de
Castelserás- donde cada cual aportaba sus hogazas y la tablilla donde se marcaban el número de las mismas con una muesca de navaja, de modo que periódicamente se pudiera conocer el número de cocciones que correspondía pagar; los panes se conservaban envueltos en paños dentro de las artesas, en la que antes se había elaborado la masa. Era muy del agrado de los niños la confección con la pasta de pan de "monchones o monchonetes" (figuras de muñecos de pequeño tamaño) que recibían el mismo tratamiento que los panes. Durante la
Semana Santa se elaboraban las deliciosas "monas" de pascua (en
Cataluña llamadas "cocas"), tortas de masa de sabor ligeramente dulce que incorporaban en su interior un huevo duro y trozos de chorizo, longaniza y conejo. En las fiestas los dulces caseros de horno mas típicos eran los "almendrados", las "almojábanas", los "rosconetes", los "mostachones", los "rellenos" y los "mantecados" así como las "tortas rápidas".
Hasta la llegada del
agua a las
fuentes instaladas en el pueblo, en el año 63, diariamente las mujeres desfilaban a última hora del dia a las dos fuentes genuinas, la del barranco y la de abajo con botijos y cántaros para el consumo diario, y periódicamente los hombres se acercaban hasta "el
pozo" (situado en la
carretera de Alcañiz que recoge agua de
lluvia de la
cuenca de la Ermita) con burros o mulos portadores de argazos en los que transportaban 4 cántaros para almacenar agua en las tinajas destinadas al efecto en cada casa con las que se cocinaban los alimentos (siempre se ha dicho que para este menester era mejor ese tipo de agua).
Pocas eran las casas en las que no se criaba durante el año uno, dos o más
cerdos (dependiendo del número de familiares) con lo que se convertía en un rito la "matacía o matancía", en la que se sacrificaba y se descuartizaba al animal y se elaboraban las morcillas (de arroz o cebolla), los chorizos, longanizas, adobo de lomo o costillas que se conservaban en tinajas cubiertos de aceite para que duraran todo el año, y los jamones que cada cual salaba y curaba a su entender. A los niños se les entregaba la vejiga, que llena de aire servía de globo, y las tabas, huesos de las pezuñas, o "manos", sobrantes de su consumo con canela y azúcar.