Quienes donan su sangre a los demás, bien merecen este monumento.
Nunca debemos perder la esperanza en el amor.
El ladrillo, en estas tierras del Bajo Aragón se convierte en arte y belleza.
Los donantes de sangre bien merecen un reconocimiento por su abnegada y constante donación desinteresada de una parte de ellos en
Beneficio de todos. Ignoro si hay más monumentos a este colectivo metros pueblos o ciudades españolas.