Tengo que confesar que cuando a mis 23 años contemplé por primera vez el Mar Maditerráneo al pasar por Sitges hacia Bercelona donde me embarcaría rumbo a Argentina no experimenté sorpresa ni admiración alguna. ¿Por qué? Pues sencillamente porque durante mi infancia transcurrida felizmente de la Ínsula Barataria había sido testigo de varias riadas durante las cuales las aguas del Ebro ocupaban varios kilómetros de las tierras bajas de las ubérrimas huertas alcalaínas. Muy particularmente recuerdo "la gran riada" ocurrida posiblemente en el año 1930 cuando yo andaba entre los 5 y los 6 años. Aquello era un verdadero mar que se extendía desde las puertas de Alcalá hasta las cercanías de Remolinos. Esa imagen se fijó firmemente en mi tierna imaginación y me ha acompañado a lo largo de toda mi vida. Estoy viendo a toda la población afanarse para impedir que las aguas avanzaran por la plaza, pasaran junto a la Parroquia y se desahogaran en el término de Cagadinero. Y lo consiguieron improvisando un muro de aproximadamente un metro de alto que arrancaba en la esquina de la taberna del tío Patrona y se acercaba a la casa de la tía Lucía.
Era realmente un espectáculo imponente. Los hombre hacían guardia día y noche para taponar posibles filtraciones y las mujeres llevaban a los niños al Barrialto para protejerlos de la temida inundación. Todos estaban en vilo ansiando que bajara el nivel de las aguas. Todos menos los chicos que quedábamos fascinados, esturdecidos, por tan extraordinario acontecimiento.
Termino con un detalle interesante: los hermanos Fontán, expertos pescadores, navegaban a sus anchas en los pontones y echaban las redes capturando abundantes barbos y madrillas que repartían generosa y solidariamente entre los habitantes de la nunca mejor llamada ÍNSULA BARATARIA.
Era realmente un espectáculo imponente. Los hombre hacían guardia día y noche para taponar posibles filtraciones y las mujeres llevaban a los niños al Barrialto para protejerlos de la temida inundación. Todos estaban en vilo ansiando que bajara el nivel de las aguas. Todos menos los chicos que quedábamos fascinados, esturdecidos, por tan extraordinario acontecimiento.
Termino con un detalle interesante: los hermanos Fontán, expertos pescadores, navegaban a sus anchas en los pontones y echaban las redes capturando abundantes barbos y madrillas que repartían generosa y solidariamente entre los habitantes de la nunca mejor llamada ÍNSULA BARATARIA.
Querido Eduardo: antes de nada, recibe el saludo de toda la familia Fontán Díaz. Nos ha parecido realmente entrañable la lectura de esos rcuerdos de infancia. Has tenido una muy buena idea, seguro que muchos nos vamos reconociendo como -si no protagonistas directos- familiares de aquellos que aparecen en tus recuerdos y anécdotas.
De aquí en adelante, iremos rescatando esa maravillosa historia, aquella que fue bañada por riadas, navegada sobre pontones, modelada por herreros...
Un fuerte abrazo desde Zaragoza. Familia Fontán.
De aquí en adelante, iremos rescatando esa maravillosa historia, aquella que fue bañada por riadas, navegada sobre pontones, modelada por herreros...
Un fuerte abrazo desde Zaragoza. Familia Fontán.