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ALCONCHEL DE ARIZA: Este pequeño recuerdo de mis 17 años, se lo dedico...

Este pequeño recuerdo de mis 17 años, se lo dedico a esa amiga extremeña que vive en Cabolafuente y dice que le gustan las cosas que yo contaba en un correo anterior sobre la vida en Alconchel en los años 50 y 60.

Era el día de la fiesta en Cabolafuente y tres amigos y yo decidimos ir desde Alconchel, así que cogimos el camino y, andando, llegamos a Cabolafuente, a la hora del baile. Tanto los chicos, alguno de los cuales conocía a uno de mis amigos, como las chicas, fueron de lo más amable y acogedores con nosotros, forasteros en su pueblo.Conocí a una chica muy guapa y muy simpática, que descendía de Cabolafuente, pero que vivía en Zaragoza y bailamos juntos toda la tarde.

A eso de las 10 de la noche, el chico que conocía a uno de mis amigos le dijo a el y a otro de nosotros que se fueran con el a cenar a su casa y que se quedaran a dormir alli. Para mi sorpresa, otro de los chicos, al que no conocíamos de nada, nos dijo, a mi y a mi amigo Eduardo, que le había dicho su padre que nos invitara a cenar a su casa y que nos quedaramos también a dormir. Nos daba un poco de apuro, pero el insistió y aceptamos. Mi sorpresa fué mayúscula cuando llegamos a su casa y me encontre a mi pareja del baile, que era sobrina de los dueños de la casa y estaba pasando con ellos las vacaciones. Después de cenar, salimos de nuevo al baile y seguimos bailando juntos, un poco cariñosos.

Cuando acabó el baile volvimos a su casa y a mi amigo y a mí nos dieron una cama, en una sala contigua a la habitación de los dueños de la casa, separadas únicamente por una cortina.

A eso de las tres o las cuatro noté algo suave, que me acariciaba repetidamente la cara y no se por qué, medio dormido, me dió por pensar que era mi compañera del baile, pero ¡ Oh decepción !, era simplemente la gata, que se había subido a nuestra cama. Un poco frustrado, sin muchos miramientos, la empujé y cayó encima de mi amigo, el cual, con menos miramientos aún, la tiró al suelo. La gata soltó un aullido lastimero, tan fuerte, que debió despertar a todos los habitantes de la casa. Yo cerré los ojos, me hice el dormido y no me di por aludido.

Adios, amigos de Alconchel y Cabolafuente. F.te.