Al ver esta imágen del AVE pasando a pocos metros de Alconchel, me viene a la memoria el recuerdo de los medios de transporte de que disponía el pueblo en los años 50 y 60: Para ir de vacaciones al pueblo, desde Madrid, había que coger un tren hasta Santa María de Huerta. Si cogías un tren "Rápido", el viaje podía durar hasta cuatro o cinco horas, pero si viajabas en el tren "Correo", que paraba en todas las estaciones y tenía que ceder el paso a otros trenes, el viaje podía durar hasta 6 u 8 horas. Los asientos, al principio eran de madera, muy duros e incómodos. Después los trenes mas modernos, los tenían tapizados, mucho más confortables.
En Santa María de Huerta me esperaba el tío Florencio, con sus dos mulas, la "Roya" y la "Mora" y con la perra "Canela". Una de las mulas llevaba puesto un serón, en uno de cuyos "ojos" metíamos mi maleta, de madera, y en el otro "ojo" del serón, si traía algún "bulto" (como se llamaba entónces a los paquetes), se ponía allí y, si no, una piedra para que hiciera de contrapeso para que no se volcara el serón. Dese Santa María de Huerta a Alconchel tardábamos, con las mulas, hora y media, más o menos.
Si era en verano, el viaje era agradable, ibas viendo el campo y charlando, con lo cual el trayecto se hacía corto. En cambio, en las vacaciones de Navidad, había que llevar unos "tapabocas", especie de mantas pequeñas, de lana, porque podía llover, o nevar, y el frío era insoportable. A veces era preferible apearse de las mulas y hacer el recorrido a pié, por aquello de que " Andando se quita el frío", aunque la carretera (sin asfaltar, y con grandes rodadas producidas por las llanta metálicas de los carros) estuviese nevada.
En los años sesenta, Melanio, un sargento de la guardia civil, retirado, que vivía en Santa María de Huerta, puso un taxi y, por 50 pesetas, te subía a Alconchel. Si coincidías con alguna otra persona, el viaje era algo más económico. Con ello, el desplazamiento era mucho más rápido y, sobre todo en invierno, mucho más cómodo.
Eran años duros y de escaseces, pero la bondad de las gentes de aquellos pueblos y la ilusión de ver a los abuelos, los tíos y primos, me hacían inmensamente feliz cada vez que hacía este viaje.
En Santa María de Huerta me esperaba el tío Florencio, con sus dos mulas, la "Roya" y la "Mora" y con la perra "Canela". Una de las mulas llevaba puesto un serón, en uno de cuyos "ojos" metíamos mi maleta, de madera, y en el otro "ojo" del serón, si traía algún "bulto" (como se llamaba entónces a los paquetes), se ponía allí y, si no, una piedra para que hiciera de contrapeso para que no se volcara el serón. Dese Santa María de Huerta a Alconchel tardábamos, con las mulas, hora y media, más o menos.
Si era en verano, el viaje era agradable, ibas viendo el campo y charlando, con lo cual el trayecto se hacía corto. En cambio, en las vacaciones de Navidad, había que llevar unos "tapabocas", especie de mantas pequeñas, de lana, porque podía llover, o nevar, y el frío era insoportable. A veces era preferible apearse de las mulas y hacer el recorrido a pié, por aquello de que " Andando se quita el frío", aunque la carretera (sin asfaltar, y con grandes rodadas producidas por las llanta metálicas de los carros) estuviese nevada.
En los años sesenta, Melanio, un sargento de la guardia civil, retirado, que vivía en Santa María de Huerta, puso un taxi y, por 50 pesetas, te subía a Alconchel. Si coincidías con alguna otra persona, el viaje era algo más económico. Con ello, el desplazamiento era mucho más rápido y, sobre todo en invierno, mucho más cómodo.
Eran años duros y de escaseces, pero la bondad de las gentes de aquellos pueblos y la ilusión de ver a los abuelos, los tíos y primos, me hacían inmensamente feliz cada vez que hacía este viaje.