Hay muchas leyendas sobre
San Caprasio, pero la más popular es que San Caprasio cuidaba
ganado en la
Sierra de Guara -muchos dicen que de
cabras por su nombre- hasta que un día decidió hacerse monje, cogió su cayado y lo lanzó tan lejos como pudo, yendo a parar a la Sierra de
Alcubierre. En el sitio donde cayó el bastón surgió una
fuente y en las inmediaciones se puso la
ermita, lugar muy saludable por sus plantas medicinales,
aguas de
lluvia, abundancia de selenita (cristales de yeso), aire puro en plena estepa, apaciguando y sanando el espíritu por su calma y retiro personal.
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