La palabra democracia se ensucia cada vez que sale de ciertas bocas. Son bocas envidiosas, sobre todo, traumatizadas, rencorosas, cuya vida es tan miserable que tienen que meterse en las de los demás.
Ese que habla de democracia y libertad es el artífice de que nuestro
paseo lleve el nombre de un dictador asesino que dejó las cunetas de
España llenas de cadáveres que aún se buscan.
Ese mismo que no permite las críticas.
Un hombre corrupto, prevaricador, un quiero y no puedo que nunca llegará a
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