A principios de los años setenta mi hermano mayor, el P. Vicente Sospedra (franciscano) me llevó al
colegio la Inmaculada. Allí estuve cuatro años y allí conocí lo que es el frío y la
nieve, además de los palos de los frailes (incluida la de mi hermano). Reconozco que fueron tiempos de temores y dictadura por todas partes, así que no pude conocer a gente de ese
pueblo al que íbamos sólo algún domingo al
cine. Lo que más recuerdo son los
paseos por la ribera del Jiloca, entonces preciosa. Comí la
... (ver texto completo)