Esta bonita iglesia, un poco destemplada por el paso de los inviernos aún con sombrero nuevo de tejas y maderas, para tirar unos cuantos más por muy duros que vengan. En su interior, hallarás templados los corazones de todos sus feligreses y de todos aquellos que pasaron por la prueba de las cuestas y sus últimas escalinatas, sin dudas, como última penitencia; venía a ser como las pruebas de la vida para subir al cielo. Y debo añadir, que el párroco iba por ahí en seiscienticos, un soldado de Dios ... (ver texto completo)