Todavía me acuerdo cuando traían el abono a mi casa, y mi padre, mis tíos y mi abuelo los amontonaban sobre la pared del patio, y mi entretenimiento era subirme encima de ellos y saltar una y otra vez. Cuando se caía alguno me iba a dar una vuelta por el pueblo hasta que se olvidaba el percance y a otra cosa.
Siempre teníamos prisa por ir a la calle, yo he llegado a olvidarme de ir a comer por jugar con los amigos en la pila. Pero no en la nueva, sino en la que había detrás del abrevadero.
La verdad es que el que tiene un pueblo tiene un tesoro.
¿Y las peñas qué? Ahora nos hemos estabilizado pero en nuestros años alevines limpiábamos todos los chamizos del pueblo, hasta que un día reñíamos y partíamos peras. Y no hablemos de las cabañas, eso era un sin vivir, te matabas haciéndolas para que los mayores subieran y te las rompieran, pero bueno... Así pasábamos las tardes por los pinos, agudizando el ingenio.
Todavía hoy cuando oigo ciertas canciones que se oían en el aparato de música de Luis y la Paca (a un duro dos canciones), se me pone la carne de gallina pensando en los domingos cuando los mayores iban a tomar Vermouth o las noches de verano cuando bebían porrones en la escalerillas y los chicos cogíamos botellines de cerveza de las cajas vacías de la calle para beber agua de la fuente.
Bueno amigos de Torrijo, si queréis tener a unos hijos despiertos llevadlos al pueblo y que expandan su mente, eso si, dejaos la playstation en la capi y disfrutad como lo hacíamos antes.
Siempre teníamos prisa por ir a la calle, yo he llegado a olvidarme de ir a comer por jugar con los amigos en la pila. Pero no en la nueva, sino en la que había detrás del abrevadero.
La verdad es que el que tiene un pueblo tiene un tesoro.
¿Y las peñas qué? Ahora nos hemos estabilizado pero en nuestros años alevines limpiábamos todos los chamizos del pueblo, hasta que un día reñíamos y partíamos peras. Y no hablemos de las cabañas, eso era un sin vivir, te matabas haciéndolas para que los mayores subieran y te las rompieran, pero bueno... Así pasábamos las tardes por los pinos, agudizando el ingenio.
Todavía hoy cuando oigo ciertas canciones que se oían en el aparato de música de Luis y la Paca (a un duro dos canciones), se me pone la carne de gallina pensando en los domingos cuando los mayores iban a tomar Vermouth o las noches de verano cuando bebían porrones en la escalerillas y los chicos cogíamos botellines de cerveza de las cajas vacías de la calle para beber agua de la fuente.
Bueno amigos de Torrijo, si queréis tener a unos hijos despiertos llevadlos al pueblo y que expandan su mente, eso si, dejaos la playstation en la capi y disfrutad como lo hacíamos antes.