Es un pueblo del que tengo un gran cariño, allí pasé mi feliz niñez. En invierno se jugaba en la plaza, a la cuerda de saltar o a otros juegos que requerían esconderse. En mis recuerdos está también su olor: a leña, y a humo de las chimeneas al atardecer.
Había entonces la costumbre de la gente mayor de salir a la plaza a tomar el sol y a reunirse, mientras las mujeres ( por lo genral ) iban a buscar agua a la fuente, y los hombres llevaban a las mulas al abrevadero.
Todo el pueblo era un pista... En esta iglesia he visto cuando yo era pequeña, los sermones del señor cura en el púlpito. Es muy bonita. Este pueblo era importante en los años cincuenta y sesenta, con una población de unos 3.000 habitantes. Ahora quedan muchos menos. Creo que unos 600. Es una pena, pero así ha pasado con muchos pueblos, de donde la gente joven se ha ido a las grandes ciudades, y desde este pueblo a Barcelona.