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Retablo del Santo Cristo. La Seo, ZARAGOZA

La Seo luce todo su esplendor desde que en 1998 abriera, tras casi veinte años de restauración, sus puertas. La pena es que no se pueda visitar cuando quieres o necesitas volver a ver lugares en los que has pasado tu niñez.
La capilla del Santo Cristo, en el trascoro de la catedral, es uno de esos lugares en los que muchos zaragozanos tenemos mil y un recuerdos, donde íbamos con nuestros padres o abuelos a oír misa, y nos contaban la historia increíble, que ha ido pasando de generación en generación: la historia del Cristo que hablaba.
En la noche del 12 de septiembre de 1631, el canónigo penitenciario don Martín de Funes estaba rezando al Cristo situado en el trascoro de la catedral como hacía todas las noches, y de pronto el Cristo le preguntó: “Y VOS QUE ME TENÉIS AQUÍ, ¿QUÉ HACÉIS POR MI? El canónigo emocionado le respondió: “SEÑOR, BIEN SABÉIS VOS QUE SON PECADOS Ó HA SIDO OFENDEROS LO QUE YO HE HECHO”. (palabras que figuran en la inscripción de la franja de la cúpula dorada que cubre el conjunto del Calvario).
El canónigo no dijo nada a nadie y pasaron los años. Funes, nombrado obispo de Albarracín, escribió una carta, disponiendo que solo debía abrirse cuando él muriera. En ella relataba el suceso acaecido en la capilla del Santo Cristo de La Seo de Zaragoza, donando todos sus bienes para decorar la capilla para que fuera su capilla funeraria (la estatua del obispo la podemos ver situada frente al altar).
La imagen del crucificado es talla del siglo XVI, de madera policromada. Algo más posteriores son las de la Virgen, situada a la izquierda; y la de san Juan, a la derecha.
Entre 1720-30 el escultor Juan Ramírez realizó el gran baldaquino sostenido por columnas salomónicas de alabastro negro, sobre el que se alza una gran cúpula de madera dorada, sobre la que se representa Cristo Resucitado y ángeles con instrumentos de la Pasión.
Al Cristo, al que se le procesaba gran devoción, se le adjudicaban muchos milagros, entre ellos la lluvia que cayó tras sacar la imagen en procesión, tras las sequías de 1708 y 1808.