La devoción de las gentes del
mar y de todos los gijoneses hacia la
Virgen de la Soledad, viene de muy antiguo; de cuando los hombres salían con sus lanchas de
pesca y se adentraban en alta mar a
pescar y ganarse el sustento con el producto del mar. Tiempos en los que las
tormentas y la temible "Galerna del Cantábrico" se llevaba al fondo del mar a
embarcaciones y marineros. Entonces las
familias de éstos rezaban a la Virgen de la Soledad para que protegiera a los suyos en las difíciles faenas de la mar. Que no los abandonara y que no los dejara solos. Otras veces ésta era él único consuelo para viudas y huérfanos.
Tiempos duros y difíciles, devociones que surgían del desamparo de los pobres.