La ley ampara el absentismo laboral y la negligencia en Mieres.
A estas alturas y acostumbrados a la abalancha de noticias de fraude y corrupción que los medios de comunicación ponen diariamente a nuestro alcance, no debería sorprendernos la noticia aparecida en la Nueva España de ayer en la que un juez de Mieres eximía de toda culpa a una cuadrilla de trabajadores del Ayuntamiento que, dejando su puesto de trabajo y parte de su herramienta en Seana, decidieron acompañar a una trabajadora que sintió la necesidad de ir al cuarto de baño hasta el nucleo urbano mierense.
Hasta aquí, se trataba de otra noticia más de negligencia laboral por parte de unos operarios municipales que, como es de esperar, deberia tener su justa sanción. Este hecho, acaecido ya en el 2012, encontró estos días su respuesta judicial y es precisamente en esta donde se acrecentó mi estupor y mi indignación ante los argumentos que el juez esgrimió en su fallo.
Para el magistrado en cuestión, la conducta de dicha cuadrilla es una "prática rutinaria", "habitual" y "tolerada", siendo además llevada acabo no sólo por el servicio de jardineria (al que pertenece la cuadrilla), sino también por los servicios de albañilerí, limpieza, etc.
Rutinario, habitual o tolerado son, a mi juicio, curiosos adjetivos para describir una conducta laboral irresponsable basada, según el juez, el la práctica llevada a cabo por todos los operarios municipales.
Siguiendo la premisa en la que se fundamenta la sentencia, quizá también deba considerarse aceptable el que un trabajador municipal prolongue su media hora del pincho a una hora y media porque se "entretuvo" con la maquina tragaperras del bar donde se encontraba. O que una cuadrilla entre a las seis en un establecimiento hostelero para disfurtar de su pincho de la tarde y abandonen el mismo a las ocho porque ya término su jornada laboral. O tal vez sea páctica rutinaria que dos operarios del mismo consistorio, tras dar por finalizada la hora de su pincho matutino pasen al bar de la calle de enfrente porque ya ha llegado la hora del vino y la tapa. Es lógico y aceptable, ¿como vamos a dejar de lado la arraigada tradición española del aperitivo en detrimento de algo tan trivial como el trabajo?.
No negaré el hecho de que una necesidad fisiológica no puede controlarse cuando se hace apremiante y no me parece propio ni ético desahogarse en cualquier lugar cuando la "llamada de la naturaleza" insta a ello, pero seguro que hay otras soluciones alternativas sin la necesidad de que toda una cuadrilla abandone su puesto y su herramienta por tal motivo que, a mi parecer sólo se trató de la escusa prefecta para prolongar la tan citada "hora del pincho".
Me hubiera gustado haber escuchado los tres ejemplos antes citados por boca de terceras personas pero, desgraciadamente, los presencié con mis propios ojos y ello me hizo tomar conciencia de la gravedad del asunto al que se enfrentaba el Ayuntamiento y todo el municipio de Mieres. Lo triste del asunto es que no hace falta una labor de investigación profunda ni pasarse la vida por los bares de nuestra villa para presenciar estos actos. Basta con salir atomar un café un dia cualquiera y comprobar con indignación y tristeza como se producen, a pequeña escala, lamentables conductas que, vistas en televisión o prensa y seguidas de conocidos nombre y apellidos, no harian llevarnos las manos a la cabeza y rasgarnos las vestiduras mientras pedimos a gritos una justicia que acabe con ellas.
También pude leer, no sin cierta sorpresa, como los trabajadores del ayuntamiento de Mieres manifestaban su indignación ante la imágen que de ellos esta dando el consistorio que pone en su contra a la población mierense. Lamento tener que recordarles que no es el Ayuntamiento ni la población los que enturbian su nombre sino que son ellos mismos y el juez los que se encargan de ello con actos, sentencias y argumentos absolutamente inaceptables avaladas por hechos, propios del ludismo más radical, como la destrucción de las máquinas de fichar que el equipo municipal decidió colocar en su día.
Asi pués, y amparados por la justicia, ¿gozarán ahora los trabajadores del Ayuntamiento de Mieres del privilegio de ciertas conductas que, puestass en práctica, costarían una grave sanción o icluso el despido en otros ámbitos laborales?.
Con todo lo dicho anteriormente no quiero caer en el error fatal de la generalización pues me consta que muchos operarios municipales cumplen celosamente con su trabajo y sus horarios en Mieres aunque estos no sean, por desgracia, una mayoria. De ellos es tambien la responsabilidad de reprochar estas conductas que no sólo suponen un agravio para todo el municipio, sino también para el buen nombre de quienes si cumplen con la labor para la que están contratados.
"Elevemos a la categoría de normal lo que simplemente es normal" dijo una vez Adolfo Suárez ante el Congreso". Basandome en esta frase (y sin que por ello se me encasille en una u otra corriente política) quiero concluir diciendo que debemos elevar a la categoría de normal el trabajo, el esfuerzo y el celo profesional, desterrando del ámbito de lo normal la holgazanería, la picaresca y la exaltación e impunidad de las mismas, amparados por una ética y una justicia responsables que no contemple el medieval derecho de la costumbre como algo aplicable a la sociedad actual.
A estas alturas y acostumbrados a la abalancha de noticias de fraude y corrupción que los medios de comunicación ponen diariamente a nuestro alcance, no debería sorprendernos la noticia aparecida en la Nueva España de ayer en la que un juez de Mieres eximía de toda culpa a una cuadrilla de trabajadores del Ayuntamiento que, dejando su puesto de trabajo y parte de su herramienta en Seana, decidieron acompañar a una trabajadora que sintió la necesidad de ir al cuarto de baño hasta el nucleo urbano mierense.
Hasta aquí, se trataba de otra noticia más de negligencia laboral por parte de unos operarios municipales que, como es de esperar, deberia tener su justa sanción. Este hecho, acaecido ya en el 2012, encontró estos días su respuesta judicial y es precisamente en esta donde se acrecentó mi estupor y mi indignación ante los argumentos que el juez esgrimió en su fallo.
Para el magistrado en cuestión, la conducta de dicha cuadrilla es una "prática rutinaria", "habitual" y "tolerada", siendo además llevada acabo no sólo por el servicio de jardineria (al que pertenece la cuadrilla), sino también por los servicios de albañilerí, limpieza, etc.
Rutinario, habitual o tolerado son, a mi juicio, curiosos adjetivos para describir una conducta laboral irresponsable basada, según el juez, el la práctica llevada a cabo por todos los operarios municipales.
Siguiendo la premisa en la que se fundamenta la sentencia, quizá también deba considerarse aceptable el que un trabajador municipal prolongue su media hora del pincho a una hora y media porque se "entretuvo" con la maquina tragaperras del bar donde se encontraba. O que una cuadrilla entre a las seis en un establecimiento hostelero para disfurtar de su pincho de la tarde y abandonen el mismo a las ocho porque ya término su jornada laboral. O tal vez sea páctica rutinaria que dos operarios del mismo consistorio, tras dar por finalizada la hora de su pincho matutino pasen al bar de la calle de enfrente porque ya ha llegado la hora del vino y la tapa. Es lógico y aceptable, ¿como vamos a dejar de lado la arraigada tradición española del aperitivo en detrimento de algo tan trivial como el trabajo?.
No negaré el hecho de que una necesidad fisiológica no puede controlarse cuando se hace apremiante y no me parece propio ni ético desahogarse en cualquier lugar cuando la "llamada de la naturaleza" insta a ello, pero seguro que hay otras soluciones alternativas sin la necesidad de que toda una cuadrilla abandone su puesto y su herramienta por tal motivo que, a mi parecer sólo se trató de la escusa prefecta para prolongar la tan citada "hora del pincho".
Me hubiera gustado haber escuchado los tres ejemplos antes citados por boca de terceras personas pero, desgraciadamente, los presencié con mis propios ojos y ello me hizo tomar conciencia de la gravedad del asunto al que se enfrentaba el Ayuntamiento y todo el municipio de Mieres. Lo triste del asunto es que no hace falta una labor de investigación profunda ni pasarse la vida por los bares de nuestra villa para presenciar estos actos. Basta con salir atomar un café un dia cualquiera y comprobar con indignación y tristeza como se producen, a pequeña escala, lamentables conductas que, vistas en televisión o prensa y seguidas de conocidos nombre y apellidos, no harian llevarnos las manos a la cabeza y rasgarnos las vestiduras mientras pedimos a gritos una justicia que acabe con ellas.
También pude leer, no sin cierta sorpresa, como los trabajadores del ayuntamiento de Mieres manifestaban su indignación ante la imágen que de ellos esta dando el consistorio que pone en su contra a la población mierense. Lamento tener que recordarles que no es el Ayuntamiento ni la población los que enturbian su nombre sino que son ellos mismos y el juez los que se encargan de ello con actos, sentencias y argumentos absolutamente inaceptables avaladas por hechos, propios del ludismo más radical, como la destrucción de las máquinas de fichar que el equipo municipal decidió colocar en su día.
Asi pués, y amparados por la justicia, ¿gozarán ahora los trabajadores del Ayuntamiento de Mieres del privilegio de ciertas conductas que, puestass en práctica, costarían una grave sanción o icluso el despido en otros ámbitos laborales?.
Con todo lo dicho anteriormente no quiero caer en el error fatal de la generalización pues me consta que muchos operarios municipales cumplen celosamente con su trabajo y sus horarios en Mieres aunque estos no sean, por desgracia, una mayoria. De ellos es tambien la responsabilidad de reprochar estas conductas que no sólo suponen un agravio para todo el municipio, sino también para el buen nombre de quienes si cumplen con la labor para la que están contratados.
"Elevemos a la categoría de normal lo que simplemente es normal" dijo una vez Adolfo Suárez ante el Congreso". Basandome en esta frase (y sin que por ello se me encasille en una u otra corriente política) quiero concluir diciendo que debemos elevar a la categoría de normal el trabajo, el esfuerzo y el celo profesional, desterrando del ámbito de lo normal la holgazanería, la picaresca y la exaltación e impunidad de las mismas, amparados por una ética y una justicia responsables que no contemple el medieval derecho de la costumbre como algo aplicable a la sociedad actual.
estoy completamente de acuerdo contigo catuno yo diria que lo de ese juez es una aberración, posiblemente el este acostumbrado a actuar de esa forma, por eso le pararezca normal que una cuadrilla de trabajadores se ausente de su trabajo, porque una persona en concreto sienta la necesidad de ir al baño, entiendo normal que a esa persona la acompañe el conductor de un vehículo cuando este en una zona rural, pero no es normal que baya todo un equipo.
con jueces como este así nos van las cosas en este país.
un saludo a todos los foreros
con jueces como este así nos van las cosas en este país.
un saludo a todos los foreros