Según voy llegando al
Puente de
Arco, la
carretera se estrecha y, salvo en las cercanias del antiguo puente minero de las
minas de Fradera, no veo yo espacio suficiente para que se crucen dos
coches y pasen los peatones. ¡Espero que no vengan muchos automóviles.
Recuerdo haber pasado por aquí en imnumerables ocasiones, cuando andaba en
bicicleta e ívamos toda una pandilla de chiquillos hasta el Condao a explorar la
Cueva del Barrillón; entonces el firme de la carretera era de
piedra con gravilla y si te caias, te abrasabas los codos y las rodillas... ¡qué tiempos!